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Fisura en la Caja de Pandora

Raúl Ruiz.- Décadas atrás estaba contenida la maldad, los malos hábitos, los vicios, las insanas pasiones, los excesos, las desviaciones sexuales (así se les conocía entonces, hoy les llaman preferencias sexuales).

Todo esto encerrado, tal vez reprimido, en una ollita de presión, que fue subiendo de intensidad calorífica hasta que explotó. 

Ni hablar. Estaban en un rinconcito de la Caja de Pandora, donde habitan todos los males y las desgracias que la humanidad puede padecer y sufrir, y abrió una fisura.

Como cápsula cultural os diré que Pandora es una figura de la mitología griega considerada como un instrumento de la ira de Zeus. A Pandora se le asignó la responsabilidad de custodiar ese cofre y liberar los males de la humanidad por el mundo, si la perrada se pasaba de lanza.

Entre los males contenidos en la caja, están todas las enfermedades conocidas, desconocidas y otras que se pueden inventar, como el Covid y todas sus variables. ¿Qué más? La locura, el vicio, la pasión, la tristeza, el crimen y la corrupción. La vejez era considerada también como un mal atroz.

La consigna era: Si el individuo no contenía sus pasiones malsanas, o sea, aquellos sentimientos vehementes, capaces de dominar la voluntad y perturbar la razón, como el amor (especialmente manifestado en el deseo sexual), el odio, los celos o la ira intensos; o sea, “las pérfidas pasiones”, así se les llamaba. Luego se les conocería como LAS BAJAS PASIONES.

Entonces Zeus ordenaba a Pandora liberar los males de la humanidad. No debía liberar a todos los demonios de un jalón, sino abrir el grifo en chorritos. 

Bueno, pues al parecer, en este momento con la explosión interna, se abrió una grieta honda y vasta, que ha dejado escapar mucha porquería de su interior. No toda. Porque de haber sido así, no lo contaría yo en estos reducidos espacios de comunicación. 

¿Enfermedades? Se les escaparon… El SIDA, fiebre hemorrágica de Marburgo, virus del Ébola, virus Hanta o Hantaan, gripe aviar, fiebre de Lassa, fiebre hemorrágica argentina, fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, dengue y otras que se me escapan de la mente.

¿Y qué me dicen del caos que causa el deshacer los candados de las “pasiones”? Salieron de sus armarios los confinados, para exigir su derecho de ser. ¿Y el odio? ¿La ira? ¿La creciente violencia? Tantas muertes a manos del crimen organizado, los gobiernos en pugna, la posible guerra nuclear.

También despertaron a los adormecidos depredadores sociales. Los violadores, feminicidas, los pedófilos, los asesinos seriales.

La mujer dejó el hogar, el cuidado de los hijos, para entregarse a las bacanales de fin de semana. Al trago hasta caer fulminadas. ¡Y cuidado les digas algo porque te sacan los ojos!

¡Ave María Purísima!, diría una viejurrita amiga de Doña Chabelita en el confesionario. “Ay Padre, se escaparon los demonios del mediodía”.

Todo este contexto para dejar claro que la sociedad ha perdido el control de sí misma. Las instituciones carcomidas, los ministros de la Corte, jueces, fiscales, funcionarios, corrompidos. La justicia es una prostituta de tarifa baja. Todo se salió de control.

De la represión total, al libertinaje o desenfreno, hay un término medio, que equilibra. Se llama, MODERACIÓN. Acúsenme de conservador si quieren, pero recomiendo cuidar a los hijos. Más a las hijas. Tomar autoridad familiar, aunque renieguen. Exigir que las autoridades policiacas los cuiden por nosotros es como querer amarrar al perro con longaniza.

Se puede reconstruir lo deteriorado. Retomemos el control.