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Feminismo: Tarea fundamental

Alejandro Cortés González-Báez.- Está claro que el así llamado feminismo no es una ideología ni un movimiento único, compacto y perfectamente definido; sino un cajón de sastre donde han ido anidando diversas posturas —incluso contrarias entre sí— como ha quedado patente en los diversos foros internacionales, y aunque este fenómeno es muy comprensible, no deja de ser lastimoso que persiguiendo un fin tan noble como el reconocimiento de la dignidad y los derechos de la mujer, encontremos tanta confrontación.

En uno de sus libros, la historiadora del feminismo, Gloria Solé, afirma que en una segunda oleada feminista aparecieron diversas tendencias ligadas al marxismo, al existencialismo y al psicoanálisis.

Se incorporaron la lucha de sexos y la “liberación” sexual como objetivos prioritarios para el feminismo radical, el más característico de ese momento, influyendo especialmente en él Simone de Beauvoir. Por su parte, muchos países aprobaron legalmente los anticonceptivos, el divorcio y el aborto, introduciendo con ello fuertes cambios y rupturas familiares y sociales. (Historia del feminismo. Siglos XIX y XX).

Se podría decir, pues, que el primer feminismo aportó muchas iniciativas útiles de reforma, en los campos político, educativo y económico. Pero no fueron pocos los que confundieron la igualdad con la uniformidad —devaluando la diferencia femenina— y sin replantear correctamente lo público y lo privado.

Tanto el feminismo liberal, como el socialista, no valoraron la gran aportación de la mujer en la familia y la empujaron al individualismo o al colectivismo. El feminismo católico fue más solidario, procurando compaginar la promoción de la mujer y su papel fundamental en la familia.

Así, el segundo feminismo, muy influido por ideologías del momento, provocó fuertes tensiones sociales y contribuyó a extender la irresponsabilidad sexual y la hostilidad hacia la casa y la familia.

Con todo ello podemos ver que la evolución y el número de mujeres que sigue a cada grupo es diferente. El feminismo radical en la actualidad tiene pocas seguidoras, pero muy activas y estrepitosas. El que representa a más mujeres es el feminismo reformista. También hay mujeres que no conocen este fenómeno como tal y otras que no se sienten identificadas con ningún grupo.

¡Cuánto bien haría, a la humanidad entera, la unificación de criterios básicos cimentados en un feminismo sano! que defendiendo su igualdad con el hombre —y nunca en contra de él—fomente la autoestima de quienes por naturaleza son las educadoras de la humanidad en una auténtica cultura de compromiso con la verdad, cultura del amor, del respeto e incluso del perdón al prójimo, y esto, en todos los ámbitos.

Dicha meta pudiera parecer inalcanzable, sobre todo si se pierde de vista que no es labor exclusiva de las mujeres, sino que también depende de que los hombres entendamos, con todas sus consecuencias, la importancia que tiene, y participemos en una labor que va mucho más allá del simple ayudarlas a lavar los platos de vez en cuando.

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