Carlos Villalobos.- El huracán Erick no vino a advertirnos nada, solo vino a confirmar algo que muchos osan negar: el cambio climático ya no es una idea lejana, ni un debate meramente académico, es una realidad que nos golpea con violencia, sin pedir permiso, como lo hizo hace unos días en las costas de Oaxaca.
Con rachas de hasta 205 km/h y lluvias históricas, Erick nos recordó lo frágil que puede ser la vida. Porque, aunque postes de electricidad cayeron, fallas masivas en los servicios de telecomunicaciones, aunque se desbordaron ríos, se rompieron caminos y se volaron techos, oaxaqueñas y oaxaqueños demostraron, una vez más, que hace falta más que eso para doblegar a nuestros pueblos y comunidades
Con lo anterior no quiero decir que Erick fue débil, al contrario, más bien creo que las y los oaxaqueños estamos hechos de otra madera: la de la resiliencia y el pundonor. Esa necedad de levantarnos una y otra vez, aun cuando todo parece decir que no se puede.
La Costa fue afectada, pero no cayó, ya que, aunque se mojó, no se hundió. Porque nuestro terruño ha demostrado que el dolor nos ha enseñado a organizarnos, a resistir y a cuidarnos entre nosotros, cuando hace falta.
Con el huracán Erick se aplicaron lecciones aprendidas de John y Otis y todos y cada uno de los esfuerzos institucionales contaron. El despliegue del gobierno federal, la reacción del gobierno estatal y la disposición de casi todas las autoridades locales fueron claves. Miles de elementos de Sedena, Marina, Guardia Nacional y Protección Civil, así como de las diversas dependencias del gobierno del estado de Oaxaca, se movilizaron en menos de 24 horas; abrieron albergues, se cerraron carreteras a tiempo, se avisó con claridad en las comunidades.
No evitó el desastre, pero sí evitó una tragedia mayor.
A pesar de todo, lo más potente no vino de los helicópteros, ni de los boletines, ni de la multitudinaria acción institucional, sino del pueblo. Cientos de historias acerca de las manos que cocinaron en los albergues, de los brazos que ayudaron a mover escombros, de los pies que caminan kilómetros para llevar víveres, de los ojos atentos que cuidaron a sus vecinas y vecinos. Justo ahí se encuentra la genuina protección civil: de lo institucional, sí, pero también de lo humano, de lo colectivo.
El cambio climático ya está aquí y es fundamental que gobierno, empresas y sociedad entendamos que cada temporada será más dura y que debemos poner manos a la obra juntas y juntos. Hoy quedó patente nuestro espíritu como oaxaqueñas y oaxaqueños, ese que no sale en las estadísticas, pero que se ve en cada mano tendida, en cada brigada espontánea, en cada voz que dice “aquí estamos”.
Erick fue fuerte, pero no lo suficiente. Hoy la Costa está de pie.
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