Alejandro Cortés Báez.- Está claro que mucha gente no ha entendido el problema y, por lo tanto, no pueden entender el tamaño del mismo. Ojalá se pudiera negar la atención médica a quienes se contagiaron de Covid 19 por su propia culpa en reuniones familiares, de amigos o de novios, donde se pusieron imprudentemente en peligro de contagiarse, y que ahora están intentando ingresar a un hospital.
Así de claro: cuando somos conscientes de las muertes de médicos, enfermeras y demás personal sanitario, por la falta de responsabilidad de quienes se contagiaron culposamente se deberían tomar medidas drásticas para poder atender a los enfermos inocentes.
¡Qué fácil es culpar a las autoridades civiles y sanitarias por la crisis mundial que estamos enfrentando! Estamos acostumbrados a echarle la culpa de nuestros errores a los demás. Pero criticar a las autoridades, de las desobediencias de los hijos dentro del hogar, es injusto. No tiene sentido. ¿Se puede plantear que haya policías dentro de las casas para obligar a los jóvenes a no ir a fiestas? La policía y los jueces no pueden realizar esta labor, pero como solían decir nuestras abuelas: “Hay un Dios que todo lo ve”.
¿Saben estas personas irresponsables, cuántos años de estudio y de trabajo social y de jornadas sin dormir se necesitan para llegar a ser médico o enfermero? ¿Saben cuántas viudas, viudos y huérfanos están dejando estas personas que mueren por culpa de los inmaduros que no supieron —mejor dicho, que no quisieron— hacer caso al confinamiento que han sugerido las autoridades del Sector Salud?
Si en las leyes están previstas penas económicas, e incluso de cárcel, a los responsables de los accidentes de tráfico en los que fallecen y salen heridos seres humanos, ¿no sería lógico imponer ese tipo de sanciones a quienes por imprudencia están provocando los contagios de personas que se sacrifican, día y noche, para atender a los enfermos?
Cuando vemos que los padres de familia no son capaces de obligar a sus hijos a respetar estas medidas, nos queda claro que estamos frente a un grave problema de falta de autoridad en quienes deberían mandar en sus casas.
Recuerdo aquella sencilla pregunta: ¿Me puedes decir qué parte del “no” no entendiste? Todo esto nos hace ver que junto con la crisis producida por la pandemia, la crisis económica, la crisis política…, estamos ante una crisis de autoridad paterna y materna de grandes consecuencias. Una señal clara de este problema se manifiesta en que los padres tienen que gritar con enojo para que les pongan atención y los obedezcan.
Está claro que cuando se tiene autoridad moral no es necesario levantar la voz. Lo peor que les puede pasar a los papás es que los hijos se acostumbren a sus gritos.
En resumen: Se debería entender que las autoridades civiles son las responsables de la atención a los enfermos; y los padres de familia son, definitivamente, las autoridades sanitarias para detener el tsunami de contagios.