Un día de batalla es un día de cosecha para el diablo… Vladímir Putin ordenó la invasión de Ucrania en marzo del 2014, para anexarse la península de Crimea, tal como ya se había anexado impunemente la región de Georgia.
En este caso tuvo éxito y empezó el éxodo de soviéticos y simpatizantes soviéticos para la región del Donbast en Ucrania, para posteriormente justificar la anexión de dicha región y con ella el sometimiento del resto de Ucrania.
La orden la da el 24 de febrero del 2022 llamándola una intervención militar justificada e inevitable, pues la guerra era inevitable y sólo una cuestión de tiempo. Poca gente tiene la inteligencia necesaria para ver la no tan sutil contradicción en su exposición de motivos, ante el concilio de las naciones unidas declara la invasión como una mera intervención militar de 75,000 tropas involucradas en la invasión, pero ante la prensa mundial la declara una guerra inevitable, sin perder de vista que la llame como la llame es una invasión de un país libre y soberano con autodeterminación, gobierno y sistema democrático propio, que Putin invade por capricho, sin razonamiento válido de por medio.
Quizás creyó que al igual que en el 2014 Ucrania y su gente se doblegaría a su capricho y entregaría sin mayor preámbulo la región de Donbast, sin embargo, al tratar de invadir el total del territorio Ucraniano y su Capital de Kiev, dejó entrever su verdadero propósito y se estrelló contra la voluntad y resistencia del pueblo Ucraniano.
El día de ayer Volodímir Zelenski, declaró con cierta inocencia que tenía 650 casos de sospechosos de traición a la patria y no faltó quien puntualizara que en la guerra el espionaje es un arma más empleada en los conflictos.
Ya tendrá Zelenski el tiempo para aprender que el espionaje existe desde siempre y que siempre ha sido castigado con la muerte, ha tenido que aprender a resistir al invasor, a prepararse y llevar a cabo una resistencia contra una invasión.
No dudamos aprenderá que el espionaje se castiga con la muerte por el daño que causa la deslealtad a la nación y por qué es el único detente que entienden los traidores. Aprenderá que la guerra no se gana defendiéndose sino atacando y tendrá que enviar escuadrones suicidas a provocar desastres, explosiones y guerra de guerrillas a San Petersburgo, a Moscú y a Leningrado, a donde más daño pueda hacer con menos inversión.
A que a Putin le duela la cabeza por haber iniciado una guerra que se le sale del control, todo eso tendrá que aprender Zelenski y no son imposibles, son las recetas que han tenido éxito a lo largo de los siglos.
Ya lo decía el General George S. Patton: “Ningún bastardo ha ganado jamás al morir por su país, ganó por hacer a otro pobre bastardo morir por el suyo”. También lo decía Cicerón desde la época de los romanos: “Las leyes son silenciosas en tiempos de guerra”.
Es hora que Zelenski empiece a asimilar lo que es la guerra y empiece a llenarle el buche de piedritas a Putin. Hasta ahora a Putin no le ha costado nada la invasión, ha robado grano Ucraniano y lo ha ido a vender como propio al medio oriente, Zelenski ha defendido su soberanía, pero ha hecho poco más de una solo incursión a suelo ruso para explotar con éxito una planta petrolera ubicada a 50 kilómetros de la frontera.
Tiene que ser más ambicioso, sabemos que no tienen ni el armamento ni el número de efectivos para llevar a cabo una invasión exitosa a suelo ruso, pero, la guerra de guerrillas nunca falla y siempre incómoda, es cuestión de decisión y temperamento, ya lo decía el general Dwight D Eisenhower: “En preparación para la batalla los planes son inútiles, pero la planificación es indispensable”.
La guerra la inició Putin, pase lo que pase será para su gloria o para su vergüenza, a Zelenski la situación lo obliga a ser más ambicioso, al fin y al cabo como lo declaró el célebre novelista norteamericano Hernest Hemingway, que participó en varias guerras y escribió extensamente sobre ellas: “Una vez que tenemos guerra, solo hay una cosa por hacer ¡hay que ganarla! Pues la derrota trae peores cosas que las que pueden venir en la guerra”.
Andando la carreta se acomodan las calabazas… El presidente, Andrés Manuel López Obrador, declaró al Tren Maya como asunto de seguridad nacional para evitar las suspensiones de las obras por demandas judiciales, promovidas por organizaciones ambientalistas e indigenistas en la península de Yucatán.
“Ya se decidió que el Tren Maya es un asunto de seguridadnacional y que no por los intereses de un grupo de corruptos y de seudoambientalistas vamos a detener una obra que es en beneficio del pueblo”, confirmó el jefe del Ejecutivo.
La construcción del ferrocarril de 1.550 kilómetros conectará sitios arqueológicos de la cultura maya y playas del Caribe, recorriendo comunidades indígenas y reservas de la biósfera.
La semana pasada fue emitida la declaración oficial para reiniciar las obras en el crítico “tramo cinco” de 70 kilómetros, que unirá a los conocidos destinos turísticos de Cancún y Tulúm.
“Además, el tiempo que llevaba parada la obra nos estaba significando un alto costo al presupuesto, que es dinero del pueblo, nada más por intereses políticos de estos conservadores corruptos”, declaró el mandatario.
La obra, con un costo original de unos 7.000 millones de dólares, contempla un contrato por 1.800 millones de dólares para construir vagones y sistemas ferroviarios con el consorcio de las compañías Alstom de Francia y Bombardier de Canadá, firmado en junio de 2021 con el Fondo Nacional de Turismo.
Con esta medida, las obras han sido reanudadas esta semana con el propósito de cumplir los planes de entregar el Tren Maya en diciembre del próximo año 2023, seis meses antes de las elecciones presidenciales de julio de 2024.