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Elección judicial: ¿Participar o no?

Alejandro Zapata Perogordo.- Las campañas para obtener un cargo dentro del Poder Judicial se han convertido en pasarela de comediantes, mensajes sin sentido; la materia jurisdiccional quedó marginada frente a la adopción de metáforas populacheras, la seriedad de los postulantes la cambiaron por chistes de cantina.

Ante la inminente jornada electoral, se ha formado un debate social a partir de la disyuntiva entre la participación acudiendo a votar o de plano hacer el vacío sin ejercer ese derecho. Cabe recordar que, precisamente esa reflexión también se presentó en el ejercicio de revocación de mandato, aunque vale decir que las circunstancias, condiciones y objetivos que se presentan ahora son diametralmente diferentes.

En la actualidad tienen derecho a votar alrededor de cien millones de personas que componen la Lista Nominal de Electores, en el proceso de terminación anticipada de mandato (revocación), convocada por López Obrador en el 2022, la participación, pese a la gran difusión que se hizo, fue de alrededor de quince millones de ciudadanos, que en su gran mayoría –según se pudo constatar con los resultados– simpatizaban con el régimen.

Sobre esa jornada, es pertinente señalar que el elector tenía la información necesaria, pues el objeto era claro y la pregunta a responder se concretaba a un “sí” o “no”; entonces, al contar con los elementos de juicio, estaba en posibilidad de dar su opinión en base al conocimiento sobre el asunto.

Ahora, pretenden que se elija a partir de un gran número de personas desconocidas para el elector promedio, para ocupar un cargo que tampoco le es familiar al no estar compenetrado con los Poderes Judiciales y, además, no despierta su interés.

El gran orquestador de toda la pantomima es el régimen, trama que deriva de una serie de irregularidades y burlas a la Constitución, excesos sin precedente alguno que pretenden legitimar a través de las urnas, aparentando un producto democrático ante el refrendo de los votantes.

Así, el más interesado en que la gente participe y vote, es el propio gobierno, pues en términos generales cuenta con una cartera de candidatos afines, seleccionados con los filtros que impuso dentro del procedimiento, utilizando después el ingenioso y creativo método de la tómbola, que le pareció propicio para integrar las listas. Todo se convirtió en un grotesco circo, sin seriedad, una farsa irresponsable, tragicomedia.

Lo cierto, es que el proceso electoral no ha despertado ninguna pasión, prácticamente existe un generalizado desinterés, lo que es causa de preocupación del régimen ante una previsible escasa participación.

En muchas partes del mundo tienen los ojos puestos en el proceso; es más, la propia Sheinbaum ha dicho que México es el país más democrático al elegir a sus jueces; el propio Fernández Noroña fue al Parlamento Europeo a hablar sobre el tema, no obstante, saben perfectamente que todo el entramado se encuentra empapado de artimañas.

Lo cierto es que una elección donde participe un porcentaje cómodo de electores les serviría para legitimar y convalidar todos los vicios en que han incurrido, se lavarían la cara y purgarían sus ilimitados abusos, el resto no les interesa, ya tienen los resultados, solo faltan las elecciones.