Raúl Ruiz.- En un escenario político como el de Juárez, donde las narrativas adquieren tintes simbólicos y estratégicos, las acusaciones infundadas podrían encajar en lo que algunos analistas llamamos “operación de descrédito sistémico”.
Es decir, crear una campaña que no sólo busca dañar la reputación del individuo, sino instalar una duda colectiva sobre su legitimidad moral y política. Señalar sin pruebas puede activar mecanismos de desconfianza institucional, afectando no sólo a la figura objetivo, sino a la credibilidad del sistema.
Esta semana, ha sido muy singular en una narrativa provocadora, donde el rumor es factor de desgaste. Le llamaré “La Sombra de Langley” a este rumor que sugiere un tinte conspirativo y externo, evocando agencias internacionales como la DEA, FBI, OFAC, CBP, HSI.
Información dudosa dirigida en una “operación aguijón” que da la idea de un ataque sutil pero venenoso, que busca paralizar sin evidencia contundente para luego consolidar un proyecto “Cortina Gris”, desde donde se invoca la idea de una cortina de humo que se camufla de “investigación seria” pero carece de sustancia.
Mientras se teje este entramado negro, las víctimas de estos ataques permanecen en silencio, no saben si hacer una estrategia de contención o dejar pasar la bola.
La campaña negra puede ser revertida simbólicamente con estrategias que apelen a la transparencia, la verdad comprobada y el diálogo ético.
Es posible repeler esta intención destructiva desarrollando una respuesta narrativa que convierta la agresión en una oportunidad de reflexión política y ética. Pero a mí no me corresponde defender a ningún personaje, máxime si no piden mis servicios profesionales. Lo que sí puedo hacer, es literatura.
“El Juicio de las Sombras”
En las avenidas donde la verdad camina sin escolta, surgió una figura envuelta por rumores. Cruz Pérez Cuéllar, más que nombre, se volvió símbolo: no de culpa, sino de lo que ocurre cuando la sospecha se fabrica con tinta ajena.
Desde los pasillos oscuros del poder se lanzó la Operación Aguijón, disfrazada de justicia, sin pruebas, sin rostro legítimo. La DEA y otras agencias, invocadas como espectro, se volvieron el telón de fondo de una dramaturgia cuya única intención es la de sembrar desconfianza. No hubo sentencia, pero sí un veredicto mediático. No hubo hechos, sólo ecos.
Pero en CJTOWN, donde el valor no se mide en oro sino en palabra, una resistencia ética se levanta.
A través de un movimiento de jiu jitsu se expuso la falacia: que la justicia sin transparencia es sólo teatro y que el poder sin ética es ruido.
El pueblo miró más allá de la cortina gris. En la era de la posverdad, eligió construir con lucidez, no con miedo.
Así, Cruz —sea personaje o persona— pasó de ser blanco fácil a ser espejo: reflejo de lo que el sistema puede hacer y de lo que la sociedad puede rechazar.
Todos sabemos que hay fuerzas desde el exterior que han buscado reblandecer la soberanía de nuestro país. Fueron seis años de intentos. Bueno ya siete, con la intención de destruir a Sheinbaum.
La narrativa utilizada para buscar el golpe blando, se fue gestando poco a poco. El propósito de descarrilamiento del gobierno de la 4t, llevó a crecer la idea de que Andrés Manuel López Obrador lideraba un narco gobierno. Y ahora, la retahíla contra la presidenta con A.
Con la ayuda del gobierno norteamericano, se fue creando la narrativa maestra. “El gobierno de AMLO y ahora el de Sheinbaum obedecen a los intereses del narcoimperio. Y las corcholatas también.”
En el vórtice de una contienda marcada por tensiones soterradas y estrategias de desgaste, el nombre de Adán Augusto López emerge también como blanco de acusaciones que buscan desdibujar su trayectoria desde el centro del poder.
Vinculado de manera indirecta a una organización criminal identificada como “La Barredora”, el senador enfrenta una campaña de descrédito que parece más fabricada para minar estructuras que para esclarecer verdades.
En este tablero de intereses cruzados, la narrativa pública se ve invadida por sospechas, silencios estratégicos y frases que encienden titulares.
De forma colateral —o tal vez intencionalmente sincronizada— la senadora Andrea Chávez se ve arrastrada por este oleaje, víctima del “efecto sombra” que tiñe a quienes comparten afinidades políticas o simbólicas.
La joven legisladora, conocida por su activismo y supuesta cercanía a causas sociales, enfrenta el desafío de defender su integridad en medio de una dinámica donde los señalamientos funcionan más como herramientas de erosión que como ejercicios legítimos de fiscalización.
Obviamente no es lo mismo embarrar al alcalde de CJTOWN, anotando su nombre a una fantasmagórica lista de supuestos malandros de cuello blanco, que el señalamiento directo y comprobado de tus colaboradores haciendo sus “travesuras”, bajo tu complacencia.
En medio de este escenario, la narrativa oficial permanece en pausa. Mientras los adversarios politizan cada vínculo, cada fotografía, cada nombre pronunciado, el silencio estratégico se convierte en arma y el descrédito en táctica.
Queda por ver si la verdad logra encontrar una tribuna entre tanto ruido y si la dignidad política podrá reconstruirse desde la palabra firme y el compromiso ético.
Tiempos Sórdidos: Un Vaho Político en Chihuahua
En el escenario descompuesto de Chihuahua, la fetidez política se ha vuelto atmosférica. César Duarte representó el festín del poder sin pudor, donde el erario se volvió feudo y la institucionalidad una mera formalidad decorativa.
Luego llegó Javier Corral, anunciando una cruzada por la justicia con voz de redentor, pero cuyos actos dejaron entrever un mesianismo rencoroso que convirtió la rendición de cuentas en espectáculo vengativo. Su gobierno, lejos de limpiar la cloaca, pareció usarla como catapulta para escalar reputaciones.
Y así, la ciudadanía, sedienta de redención, quedó varada entre el desencanto y la resignación.
Con la llegada de Maru Campos, el discurso se embelleció, pero el hedor persistente no se disolvió con perfume. Las tensiones entre pasado y presente se tradujeron en silencios incómodos y alianzas convenientes. Chihuahua se volvió un teatro de sombras donde las mismas figuras giran disfrazadas de renovación.
La infodemia no solo deformó la verdad, sino que la convirtió en mercancía política, vendida al mejor postor entre pantomimas y cortinas de humo.
Los tiempos sórdidos no nacieron en este sexenio, pero se perfeccionaron con una cadencia casi poética… cada acto más ensayado, cada escándalo más digerible, cada indignación más fugaz.
Amigos… Cuando tengan información veraz, palpable, carnita para masticar, mándenmela. Si van a estar nadando en piletas de información dudosa y entramados negros sin sustento, no me inviten a su ‘black pool party’.