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El remordimiento

Dr. Fernando Antonio Herrera Martínez.- El que quiere vivir en paz, lo demuestra con hechos, no con pagos por debajo de una mesa para desprestigiar a quienes solo le dieron empleo y confianza. Si de verdad quiere alguien vivir en paz, primero tiene que perdonarse a sí mismo, si lo consigue, después todo se vuelve posible.

Pero para ese perdón que permite recuperar la autoestima se necesita tener la decisión de decirse con verdad en el espejo la clase de persona que has sido y eres y la que deseas ser y aceptarte con aquellos complejos de niño, con tus errores traiciones y pecados; solo así se podría, en el futuro, estar en paz y en armonía interior, pero implica aprender a vivir sin olvidar la sombra de tu pasado, como diría el filósofo francés, y caminar con el peso a cuestas.

Pero si te ganan el odio, el hígado y el deseo de venganza, por sueños frustrados o por ambición de riqueza y poder, estás perdido.

Nadie puede dormir tranquilo cuando sabe que puso con engaños a sus compañeros, que los entregó a cambio de su pellejo, que los usó para beneficiarse, sin pensar en la lealtad que debía y esas malas acciones llevaron a uno de sus fieles compañeros a perder la vida y a otros muchos a vivir años de encierro, todo precedido de persecución, extorsión y tortura al extremo.

Pero lejos de sentir arrepentimiento o de ir a verles a la cara y decirles, “¡me rajé, no aguanté la presión, lo siento, perdónenme!” ¡No, qué va! Sigue pretendiendo darse baños de pureza, jurar y aparentar inocencia, como si se pudiera tapar el sol con su dedo, o que el asistir a un templo dos veces al día lo pudieran redimir.

¡No señor! Así no se tiene cara ni se puede pedir a las víctimas, a sus amigos y sus familias que doblen las manos y crean en su inocencia. Él sabe, incluso quiénes lo ayudaron en la traición y sabe que cínicos y descarados siguen acomodados en el gobierno y gozan de protección y de impunidad, pero al igual que él, están sufriendo a solas sus malas artes y acciones, porque el juez interior es implacable.

No, Jaime Herrera Corral, no basta un mensaje tuyo para sentarse contigo y platicar. Hace falta hombría y valentía para reconocer los errores y fechorías que te ayudaron a quedar impune y a conservar una fortuna, envidia de muchos y asco de otros.

Ahora peleas en la sombra con Bankaool y pretendes que la cizaña los dañe y los destruya, pero te vas a topar con pared. Los delicienses, y deberías saberlo si naciste aquí, somos mucho más que un cobarde que ataca y esconde la mano.

A lo mejor estoy pidiendo al escorpión que domine su naturaleza, pero esa biblia que cargas en la mano dice: para arrepentirse no hay tiempo. Los Judas se ahorcan solos.