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El remedio está en el crucificado

Compartiendo diálogos conmigo mismo

Bajo el espíritu orante todo se calma y se colma: El recogimiento, aparte de acogernos y recogernos en el ejército de los humildes, es el constituyente del níveo cuerpo y el reconstituyente del alma.

A través de la contemplativa, que todo lo allana y del encuentro que todo lo absuelve, uno anhela reverenciar, hasta el extremo de no ser nada para sí.

Dejémonos acompañar y acompasar por el calor de hogar, para que toda savia se convierta en súplica y toda expectativa se vierta en el camino, de quien es nuestro Auxilio y Salvador.

I.- El obrar del silencio es la adoración

Cada día me inquietan las dudas,
me afligen los silencios vertidos,
me agitan los errores cometidos,
aunque hay dilemas que vencen,
pero aprietos que nos alumbran.

Dejémonos ennoblecer por la fe,
abandonémonos al soplo orante,
forjemos sigilo en nuestro vivir,
que uno es para el demás afecto,
y para sí un tañido en rogación.

No hay mejor ruego que servirse,
que quererse y juntar horizontes,
con la sencilla plegaria del rezo;
puesto que, la sublime devoción,
está en el hacer y en el rehacerse.

II.- El fruto de la petición es la esperanza

La sanación del ser anida en orar,
en subir a las colinas del aliento,
y en descender a uno para verse,
conocerse y reconocerse tentado,
con el propósito de enderezarse.

Enmendarse está en el proyecto,
porque uno ha de vivir rogando,
para poder salir de las pobrezas,
que influyen sobre las entretelas,
como penitentes y en penitencia.

En la jaculatoria radica la fuerza,
las preces a quien es todo en mí,
porque Tú eres, oh Dios, la vida;
la piedad que buscamos a diario,
con la bondad como verdad viva.

III.- Y el resultado de la fe es el amor

En la invocación firme y estable,
y en la relación diaria con Jesús,
aprendemos a descubrir el amor,
que es amar sin beneficio alguno,
pues la belleza está en el donarse.

Cuando la oración aspira pulsos,
respira nuestro acontecer activo;
nos volvemos capaces de anidar,
la mística y el misterio del credo,
con una recta y pura conciencia.

Cultivar el proceder arrodillado,
es reconocer a Dios como Señor,
y a su madre como fuente de luz,
con la mirada puesta en su Hijo,
que trae la paz y el abrazo tierno.

Autor: Víctor Corcoba Herrero

Autor: Víctor Corcoba Herrero