Dr. Arturo Castro.- Hermann Hesse hablaba de un lobo estepario que convierto hoy fácilmente en político estepario, que describe aquellos personajes que se dedican a vivir una vida llena de emociones animales, pero sin virtudes humanas, que cambian ideologías y partidos políticos como si se tratase de la ropa diaria.
Quienes participan en política lo hacen en base a un interés personal socializándolo como colectivo, una lucha por quienes necesitan apoyo representando con ello un caudal de soluciones que se quedan en la imaginación sin llegar a la acción concreta.
Existen políticos que enaltecen dicha actividad pública, que hacen de su vida un servicio para todos, trabajando intensamente desde la trinchera que les es posible, a veces en las bases, otras tantas desde liderazgos ganados en la cultura del esfuerzo, como lo dijo Luis Donaldo Colosio alguna vez.
Son políticos con vocación y pertenencia a un pensamiento social en el que priva la ética en el desenvolvimiento cotidiano, son aquellos que merecen lo ganado y lo perdido dada la competencia que tiene muchos intereses creados y naturales.
También existen políticos rastreros, de esos que ven la actividad a desarrollar como un negocio que cubre el ego y la ambición de mejorar su propia vida por la de los demás, a quienes ofreció servir con devoción, incumpliendo las promesas que en voz alta presentaba cuando buscaba los likes de toda una sociedad.
Likes que también ponen los de arriba, de esa burbuja dorada que otorgan los liderazgos políticos y públicos, la representación es una actividad pública que requiere de ello para seguir ascendiendo y conservando los escalones avanzados.
Quienes participan en política lo saben, de ahí que les sea fácil cambiar de forma de pensar y entonces aplaudir lo que antes atacaban, esto va de liberales a conservadores, de izquierda a derecha o viceversas en su caso.
El político estepario cambia para seguir igual llenando el baúl de experiencias, sin compromiso que no sea el de aquel temporal para aplaudir al poder existente del momento, conserva el interés personal sobre el social para seguir vigente.
La migración política está en todo su esplendor en una democracia afectada por una clase política que se cree dueña de un sistema que, a su decir, reclama su presencia; los partidos políticos, al parecer, tienen dueño porque semejan liderazgos permanentes propiamente o a través de terceros.
La política es un negocio, los partidos también, ya que reciben aportaciones privadas y públicas que permiten una vida desahogada que a veces llega a traspasar generaciones completas.
El político estepario tiene vigencia porque se desenvuelve entre la fantasía y la realidad, existiendo sin existir, caminando sentado y hablando en silencio todo el tiempo.
Llega a la estepa en donde no hay nada, construyendo castillos en el aire que le harán disfrutar lo que la sociedad disfruta frente a él, esto es algo así como que la verdad no peca, pero incomoda.