Carlos Villalobos.- Hay que ser muy francos, el PAN, un partido que en la práctica ha visto su afiliación caer abruptamente, ha decidido reinventarse (o al menos en el discurso), justo cuando su músculo político se ha desinflado. Con el reciente anuncio de la dirección nacional del partido, se lanzó una “era nueva” con logo actualizado, lema renovado y promesa de apertura ciudadana, pero a pesar del absurdo show (y por momentos extremadamente cómico), hay algo que me tiene intrigado.
El proceso de afiliación anunciado ha sido simplificado al extremo. Prometen que “con un solo clic” te sumas al partido. Prometen sorteos de iPhones, una estrategia de marketing que muchos califican de desesperada y además extremadamente clientelar, paradójico si ese es uno de los principales gritos en contra del bloque oficialista.
El principal problema histórico del PAN ha sido precisamente la conexión con la ciudadanía, ver cómo se recurre al sorteo de electrónicos para motivar militantes habla de que lo que se busca no es ideología, sino números y eso en política, es ser resultadista y casi siempre tiene consecuencias.
A pesar de lo anterior, lo que más cejas levantaría sería el nuevo lema del PAN “Patria, Familia, Libertad”. ¿Por qué este trío de palabras debía ponernos en alerta? Porque, aunque reciten hasta el cansancio que es parte de su “nueva estrategia”, lo cierto es que es todo lo contrario, porque en América Latina ya ha sido bandera de extremos que hoy lamentamos. Se ha usado –y se usa– para movilizar identidades cerradas, plantear fronteras culturales rígidas y dinamizar sentimientos de retroceso ante el cambio.
Cuando uno rasca la superficie de esta estrategia, más de marketing que política, el discurso no parece tan distinto al de lugares como Brasil o Argentina, donde ese “vamos por todo” devino en versiones políticas extremas y autoritarias. Aunque parezca algo trillado, digo esto con cuidado, sin querer hacer analogías forzadas, pero con la certeza de que los símbolos cuentan.
En Brasil, en Argentina, los discursos conservadores de identidad, de supremacía cultural, de “nosotros en contra del resto”, los “outsiders”, los olvidados, fueron la antesala de lo que vino. Ahora el PAN camina hacia lo que parecería una vía parecida, la urgencia de la afiliación, la apelación al “sentido de nación”, la exaltación de la “familia tradicional”.
No pierdo de vista que la renovación puede ser válida, el PAN francamente después de sus varias derrotas importantes necesitaba reinventarse, pero en este marco lo que me preocupa es que lo que se está renovando no sea tanto un partido como una caricatura de tal. Sin identidad clara, dando prioridad al diseño, slogans, sorteo de iPhones, todo arreglado para la foto, pero sin definir claramente para qué. En ese punto radica la paradoja, frente a la crisis de su partido, una crisis de representación, en vez de apostar por profundidad ideológica o cambio estructural, se apuesta por la estética del cambio y la estética, en política, puede deslizarse rápido hacia el vacío.
La diferencia entre un relanzamiento victorioso y un remake fallido está en dos cosas: coherencia y sustancia. ¿Qué propone el PAN aparte de un logo nuevo y un lema que pertenece más al catálogo de la extrema derecha global? ¿Quiénes son los voceros que encarnan esa “nueva era”? Porque al renovar el discurso sin renovar la práctica, al final lo que se recicla es la forma, pero se mantiene el fondo, y el fondo del PAN es un partido que ha sido gobierno, que ya pasó por los errores y que hoy retoma un viejo archivo como si fuera nuevo.
Sígueme en twitter como @carlosavm_
carlosavme@gmail.com
https://carlosvillalobos.substack.com



