Padre Mario Manríquez.- Una de las conclusiones ante esta contingencia del coronavirus es que nuestro mundo no va a ser el mismo. Quienes, estudian el proceso de la pandemia hablan de un tiempo largo de permanencia del virus y de una especie de “oleadas” que estarían golpeando al mundo entero.
Sin duda, el coronavirus ha puesto en jaque al sistema de salud y todo el personal que labora directa e indirectamente en esta rama, quienes constituyen ya de hecho el primer frente de combate y quienes resienten y han resentido ya los estragos no solo en su propia salud física sino también en el impacto emocional y el desgaste laboral que esta batalla implica.
Sin duda, el coronavirus también golpea fuertemente a la política y pone a prueba los sistemas de gobierno de cada país; su honestidad, su trasparencia, su capacidad de trabajo en equipo y su estabilidad no solo económica sino también funcional, es decir, qué tan estructurado está el gobierno de un país para soportar el impacto que viene de la mano de la pandemia.
Y entender que toda política es local; no se puede decir que vamos requetebién desde una cámara y un micrófono si no se proyecta en el bolsillo de cada persona, en la paz, en cada calle, en el orden, en cada colonia y en el desarrollo de cada micro región de una nación.
Esto es muy importante tenerlo en cuenta para ser suficientemente críticos ante la realidad porque de otra manera se corre el riesgo de jugar a las mentiras y cuando se hace desde el gobierno normalmente se generan profundas crisis sociales que tienen un claro origen político por el ejercicio faccioso de la autoridad.
También la pandemia que vivimos pone a prueba los sistemas económicos con los que buscamos proveernos de los bienes materiales, puesto que no existe un sistema perfecto es un buen momento para reconocer los errores de los métodos y cadenas de producción que hemos realizado como humanidad a lo largo de los últimos años.
El sector educativo tampoco se escapa de los efectos del sars-cov2, pues hoy día se ponen en tela de juicio los sistemas educativos y los fines de cada carrera planteada por sistemas educativos orientados más bien por el interés de generar dinero que por el fin de generar riqueza y lo vemos ahora cuando el hombre de nuestro mundo ha aprendido muchos datos, procesos y métodos, pero no sabe permanecer en el hogar sintiéndose feliz; algo está fallando en la educación también, y al hablar de todo esto me queda claro que un mundo nuevo nos espera y pareciera que nos reta.
No es solamente por enfrentar un virus, es por darnos cuenta hasta dónde nuestro mundo es capaz de ser un espacio para la felicidad y realización no solo del ser humano, sino del ser humano y su entorno en una, permítanme el término ”ECO-CONVIVENCIA” que permita el encuentro del hombre con el hermano hombre y la hermana naturaleza en un ecosistema lleno de armonía donde Dios mismo no sea solo una idea o un presupuesto sino una realidad vital en la felicidad del ser humano en el mundo creado para él.
En este sentido también la Iglesia recibe el impacto del virus, de la pandemia, porque se ha visto forzada a salir del templo y a desarrollarse en la calle y sin duda el golpe ha sido muy duro, algunos han quedado aturdidos, incapaces de generar nuevas ideas, nuevos métodos de realización del misterio de la salvación de Cristo, que es sin duda la única razón de ser de la Iglesia.
La Iglesia existe, vive, tiene su razón de ser en Cristo mismo a quien hace presente a través de los sacramentos, de los sacramentales y de su Palabra (siempre viva, siempre actual) fundamentándose en la tradición, en el magisterio y en la Sagrada Escritura.
También la Iglesia afronta esta crisis y tendrá que salir de ella renovada, pero no como el resultado de lo que ha sucedido, no, lo oportunidad, la exigencia, el reto más grande de la Iglesia es ser en medio de esta crisis fermento de la nueva masa con que se ha de crear el pan que alcance para todos en el mundo, incluyendo a los más pobres.
La labor más importante de la iglesia será brillar como una luz capaz de ayudar al hombre a descubrir y a construir caminos nuevos de solidaridad y de convivencia. Y en ese sentido es donde la iglesia debe comprender que no se trata de hacer lo mismo pero ahora en plataformas digitales, esta crisis del hombre y del mundo actual la ha de llevar, sí, a utilizar los medios de comunicación de la tecnología, pero sobre todo la ha de llevar por caminos nuevos no explorados, donde el clericalismo no tiene lugar.
La Iglesia está llamada a sentarse al lado del camino con aquel hombre que ha quedado golpeado, tirado por esta pandemia y tocar las heridas de este ser humano y contemplarle desde la fe para saber acompañarlo.
Es decir, la Iglesia misma también deberá adentrarse por caminos nuevos del evangelio pero recorriéndolos por los caminos donde la hieren sus hijos los laicos, ellos son ahora protagonistas fundamentales de los nuevos procesos de evangelización y solidaridad que nos lleven al encuentro de Cristo en un mundo que ya no es ni será nunca el mismo.
Hay mucho que profundizar y reflexionar desde esta perspectiva, solo dejo estas pinceladas y que nos sirva para profundizar mucho más en esta realidad que estamos viviendo.
¡Dios bendiga a Ciudad Juárez!