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El Don del Espíritu Santo

Antonio Fernández.- San Gregorio Doctor de la Iglesia, adoctrina y esclarece con el más nítido fulgor del bien por excelencia que viene de la mano de Dios, que muestra el Padre amoroso en el don del Espíritu Santo: “La prueba del amor está en las obras: el amor de Dios nunca es ocioso, porque si es muy intenso obra grandes cosas, y cuando rehúye obrar ya no es amor”.

El don del Espíritu Santo tiene la disposición de obrar bajo su inspiración, cuando el pecador se justifica diciendo: “he buscado y rebuscado la razón de porqué el Señor rehúye mi alma, ¿por qué no siento nada de esa intensidad que es para las almas?”

Por favor, no nos hagamos inocentes preguntas, mejor tengamos el valor de reconocer lo que uno mismo tiene escondido en el fondo del corazón, hacerse el que “no sé” cuando en realidad se sabe y reconoce que esos males incrustados son las asperezas de uno o más pecados.

Bien se sabe que no se puede por sí solo retirarse de ellos al carecer de la fuerza espiritual para desecharlos, debido a que están clavados y transformados en la dureza de su corazón.

Cuando esto sucede es porque esa persona perdió la fe en Cristo Nuestro Señor, por lo que de Él viene al pecador es nada, es su voluntad la que priva en él al alejarse, todo bien que recibió lo ha dejado de lado, perdiendo el medio que está latente a desclavar y desincrustar el sarro del corazón.

Teme alejarse de su vida escabrosa, teme expulsar de su corazón la causa de su culpa, teme porque está consciente de infringir el mandamiento del Señor, alejado de Él todo bien que viene de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo el pecador no lo posee porque lo ha desechado con sus actos pecaminosos, pero la misericordia de Jesucristo Nuestro Señor espera paciente el arrepentimiento al lado del pecador y vendrá la Santísima Trinidad a hacer morada en su alma.

Punto importante para discernir el don del Espíritu Santo es comprender, entender y reflexionar, meditar y pensar con atención y cuidado de dónde nos viene la inteligencia, la sabiduría y el conocimiento de todo lo que nos rodea, siendo humildes y sin dejarse vencer por el orgullo, hijo de la soberbia maligna que hace relinchar el “ego” para decir no a nuestra realidad.

El libro del Eclesiástico ilustra, no para que hagamos comidilla de ello, sino para pensar con atención y evitar caer en suposiciones, ahondando la enseñanza y reflexionar: “Toda sabiduría viene de Dios, el Señor; con Él estuvo siempre y existe antes de los siglos”.

Con esta ilustración del Eclesiástico, aunque la inteligencia sea vasta, mediana o sencilla, tiene la capacidad de puntualizar, confirmar y deducir que no puede existir la sabiduría creada en el ser humano por sí mismo.

La sabiduría viene de su única fuente, la sabiduría increada de Dios, por lo que se comprende que el don del Espíritu Santo es la fuerza divina que viniendo de Dios dirige e impulsa a obrar cosas admirables en las almas, a las que inspira comunicando el don de la gracia, influjo del que se posesiona el espíritu en el ser humano.

Por medio de él puede participar de la luz y fuerza de Dios, por ello el cristiano católico puede obrar como piensa y obra Dios, en tal forma que siendo Nuestro Señor bueno, el ser humano está obligado a obrar de idéntica forma, cuando por el don del Espíritu Santo obra bien, evita el mal de palabra, obra y pensamiento, eso indica al cristiano católico poseer la gracia que conservará.

Al valorar el significado de la palabra Don viene la pregunta: ¿Qué es el don? Desde el punto de vista humano es una habilidad o cualidad especial que posee la persona, lo que le da oportunidad de sobresalir entre las demás, sea como deportista, profesionista (Médico, Abogado, Ingeniero etc.), el obrero en su oficio, (mecánico, fontanero, electricista, albañil, etc.).

En fin, el don es esa gracia para hacer algo y más que éste puede sobre los mejores, siendo los demás buenos, resalta en él que tiene capacidad para desarrollar ese don, por ese debe aprender a razonar que el don que posee tiene consecuencias.

Algunos dirán: ¿Cómo pueden tener consecuencias los dones desarrollados? Quien posee ese o esos dones debiera profundizar en su interior y preguntarse: ¿de dónde me viene ser poseedor de las cosas que realizo sean superiores a las de otras personas muy capaces?

Poniendo los pies sobre el piso bueno es deducir, si ese bien lo lleva a encontrar la respuesta de dónde le vino a él ese don, deducirá con equilibrio sin favorecerse de cosas que no son y llegar al punto: ¿De dónde me viene a mí?

La respuesta tiene una consecuencia legitima, real y verdadera: todo don en el ser humano de cualquier nivel social, raza, capacidad de inteligencia o habilidad manual para desarrollarlo en el mundo, viene de Dios.

El análisis será comprendido al entender que ese don no es que venga de uno mismo o que por mí mismo lo descubrí, o lo he logrado sin necesidad que nadie me haya ayudado, fue mi propia inteligencia la que fue descubriendo, no hubo nadie que me dijera vete por ahí, hazle así; para conocer la respuesta será necesario bajar la soberbia maligna del “Yo” y entender que todo don, en cualquier persona, viene de Dios, por Dios y para Dios.

hefelira@yahoo.com