Raúl Ruiz.- Por fin, CJTOWN podrá contar su leyenda urbana del centro de convenciones como un cuento que termina con “y vivieron felices y organizados.”
Tras veinte años de propuestas, maquetas que nunca encontraron cemento, promesas que se evaporaban con cada administración y debates más extensos que una sesión de ayuntamiento con micrófono abierto, parece que la historia tendrá un final más digno que un render en PowerPoint.
¿El giro dramático? Una donación milagrosa. La empresaria Laura Zaragoza, heroína inesperada, ofreció 4.5 hectáreas de tierra, como quien entrega la última pieza de un rompecabezas olvidado. Además, hay posibilidad de adquirir otras dos hectáreas —por si alguien quiere incluir un jardín zen o una réplica en miniatura del CJTOWN del futuro. O un estacionamiento digno.
Los opositores del ayer… ¿Promotores del hoy?
Durante dos décadas, las fuerzas “ciudadanas” que se oponían a cada intento parecían inspiradas por una extraña vocación: evitar que CJTOWN tuviera un lugar donde discutir sus propios fracasos.
Pero ahora que hay consenso, terreno y oportunidad, uno de los más torpederos detractores del pasado —en un acto de prestidigitación cívica— se ha puesto el sombrero del promotor. Y no contento con su transformación, ha desenterrado presuntos malos manejos financieros, como quien encuentra polvo bajo la alfombra, justo cuando llegan los invitados.
¡Qué sincronía tan conveniente! En lugar de celebrar el avance que tanto exigía, ha decidido boicotearlo con la misma vehemencia con que antes se oponía.
Lo irónico: el centro de convenciones pudo haber sido instalado en terreno del gobierno estatal o municipal, pero no le gustó. ¡La hizo de pedo!
Una crítica agridulce (y sin azúcar)
Resulta que este personaje, tan experto en el arte del “pues ni tanto,” ha hecho de la crítica una disciplina personal. Supone que es capital para un deseo personal nunca conseguido. Sabe cuándo aparecer, cuándo remover viejos papeles y cuándo ser el obstáculo disfrazado de alternativa.
Porque para él, el verdadero problema no es el proyecto… es que se materialice sin que él lo haya imaginado con luces LED y su nombre en letras doradas.
Su contribución más reciente, esa revelación de “malos manejos” justo cuando el sueño parece tangible, es como si alguien detuviera el brindis por el cumpleaños de CJTOWN porque el pastel tiene demasiadas calorías.
A este espécimen le dedico una ovación invertida: por oponerse antes, disfrazarse después y por nunca perder esa vocación de saboteador con traje de salvador.
CJTOWN no necesita redentores de utilería, sino convicciones que no se acomoden según la dirección del viento y la opacidad de los archivos.
Que viva el centro de convenciones… y que se jubile el personaje.
Hoy celebramos el terreno, la voluntad y el milagro administrativo. Y sí, también celebramos —con ironía refinada— que finalmente todos están de acuerdo.
Todos… menos uno que sigue aferrado al papel de antagonista profesional, cuya especialidad es encontrar problemas donde otros construyen soluciones.
Que se inaugure el centro, se corte el listón y se incluya, junto a la placa conmemorativa, una advertencia filosófica: “Aquí se construye, aunque algunos prefieran demoler ideas antes que aceptar que no fueron suyas.”
Veamos ahora que se tenga el juguetito, para qué va a servir. Estoy seguro que ya tienen un plan de usos múltiples. Un centro de convenciones puede ser mucho más que un espacio físico: puede convertirse en un nódulo simbólico de encuentro, diálogo y transformación.
Mientras ocurre, démosles el beneficio de la duda; por lo pronto, el viernes pasado, vi una sonrisa sincera por el éxito obtenido, tanto en el rostro de la gobernadora, como en el rostro del alcalde y los empresarios invitados.
Menos en el saboteador a quien se le retuerce el hígado y se le erizan los pelos de la barba. No. No es el Senador JCLR. Ese es otro espécimen al que no le agrada el progreso de CJTOWN. Pero, como diría la Nana Goya… Esa es otra historia.