Dr. Arturo Castro.- La política siempre ha sido igual, hoy dicen que es diferente al pasado, por lo cual es sencillo entender que las cosas han cambiado para permanecer igual; la sociedad perdona porque parece no entender ni escuchar las lecciones de la historia.
La sociedad no imagina los problemas que la política presenta cotidianamente, desconoce los fines al acceder al poder de cada quien que llega a él, su autorretrato lo firma con una x que planta en la boleta electoral de vez en cuando.
La vida de abusos, de carencias, de deficiencias, con una alta canasta básica es lo común en este tiempo aunque siempre imagino poder tener aquel desarrollo prometido por los protagonistas del poder político y público.
El pueblo acepta sus errores en todos los sentidos, escucha y cuenta lo que se dice en las redes sociales como si fueran verdades científicas, no supone su propia indecisión en el paralelismo que lo lleva a ejercer el rumbo sin darse cuenta que ejercido es.
El caos se propicia en todos lados, se ofrece en cualquier tema, en la actualidad al igual que antes se da como un show de circo, acompañado del pan de cada dos meses a través del Programa de Bienestar, el poder político se presenta como cualquier artista ávido de aplausos.
El caos segmenta a la sociedad porque unos creen y otros no lo que viene sucediendo a cada instante, causando así una invisibilidad de lo que realmente está pasando, mismo que va del huachicol a la presencia de vigilancia militar en las calles, cosa que siempre ha existido.
Por otro lado, la idea es descubrir qué es lo que realmente se quiere, como aquello que de dónde viene el interés de los hechos de Ayotzinapa, haciendo a un lado a Tlatelolco, tema que duró décadas en primer lugar.
A los padres de familia de los 43 estudiantes normalistas se les dice todos los días que asesinaron a sus hijos, no los dejan descansar; mencionan los tanatólogos que el duelo dura dos años, mismos que se están convirtiendo en muchos más.
Cuando se revisa la inconformidad de los mexicanos, cualquiera pensaría que existe un caos invisible porque se presume de estar feliz con su forma de vida, la crónica de sus días parece conforme pero dispar a su enojo por cualquier asunto.
La sociedad opina de todo, se burla de las decisiones políticas, aceptando finalmente la hechura de políticas a través de los mecanismos de manipulación que lo hacen creer que participa en ellas, elevando el pecho cuando se le nombra, siendo su nombre nadie en la masa social.
En el reflejo de lo que sucede siempre está en la parte de enfrente, sin saber que atrás se genera el miedo social a través de eventos que parecen casuales, asimilándolos como reales, aplaudiendo la presencia de quienes lo resuelven todo, mirando a los políticos de siempre resolviendo los problemas de siempre.
Es un caos que provoca tensión y miedo, pero invisible ante una sociedad indiferente que piensa que es normal.