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El asistencialismo interesado, es neopopulismo

Lic. Maclovio Murillo.- Durante más de siete décadas en que estuvo en el poder de manera ininterrumpida el Partido Revolucionario Institucional, por sus siglas llamado PRI, fue usada como una aberrante y humillante táctica electoral para captar votos, el asistencialismo interesado.

Ese asistencialismo paternalista e interesado, en su más simple expresión, consistía en ubicar a los más pobres en todo el territorio nacional, que el mismo sistema había producido, ante su incapacidad de educarlos y prepararlos eficientemente para desarrollar competencias laborales a efecto de estar en aptitud de realizar trabajos calificados, concomitantemente a la creación de suficientes fuentes de empleo bien remunerado.

Luego de ubicarlos, ese sistema procedía a captarlos e inducirlos a votar en su favor, empleando tácticas indignas, como fueron su incorporación casi forzada, a cierta central campesina, obrera o popular, como fueron en su tiempo la CNC, la CTM y la CNOP, todas filiales del PRI, el partido oficial que se adjudicó a sí mismo la herencia dejada por el movimiento revolucionario que cobró más de un millón de vidas para terminar el régimen dictatorial que mantuvo al país en la total pobreza y desigualdad extrema.

Los afiliados a esas centrales, de modo automático estaban obligados a votar por el partido oficial, y en cada campaña política y actos de campaña, eran acarreados para obligarlos a mostrar su apoyo, pues de no hacerlo podrían quitarles los escasos beneficios que el gobierno otorgaba para mitigar la pobreza.

Así que forzados por su situación de pobreza extrema, los más pobres y desposeídos asistían a los diversos actos de campaña y manifestaciones públicas, solo a cambio de una torta, un refresco y una pequeña cantidad de dinero. Y obviamente, el ofrecimiento gubernamental de continuar dándoles apoyos asistencialistas y, sobre todo, promesas muy grandes y más promesas, que ofrecían que de ganar el candidato oficial, su vida quedaría resuelta para siempre.

Después de que ganaba el candidato de ese partido, él mismo, junto con su grupo, se hacían millonarios, mientras que una y otra vez las promesas a los más pobres eran incumplidas sistemáticamente.

Sin embargo, una y otra vez en tiempos electorales, los candidatos oficiales de ese partido político, en las campañas regresaban a ofrecer exactamente lo mismo, para captar nuevamente los votos para mantenerse en el poder. Y una y otra vez el pueblo bueno volvía a confiar, olvidando el agravio infligido por las promesas previamente incumplidas, votando a su favor.

A los gobiernos que impulsaron esa manera de hacer política, se les llamó populistas, no porque apoyaran real y objetivamente al pueblo, sino porque lo engañaban, ya que repartían minucias catalogadas como auténticos apoyos a los más pobres, para ganarse su confianza y seguir gobernando en un sistema en el que solo los más poderosos eran los que se hacían ricos e inclusive multimillonarios, mientras que paradójicamente los pobres eran cada vez más pobres.

Vemos con muchísima tristeza que hoy el partido en el poder, aunque de cierta manera maquillado, está realizando exactamente lo mismo: una especie de neopopulismo.

De esa manera, frente a la tesis del asistencialismo que impulsan los neopopulistas, ha surgido la antítesis que proclama que a los más pobres no hay que darles. Dicen que no hay que regalarles el pescado, sino enseñarles a pescar, refiriéndose a que no hay que darles de comer sino enseñarles cómo trabajar para que aprendan a ganarse con su trabajo, el pan de cada día, pues así nunca dejarán de tener los satisfactores necesarios para sobrevivir.

Yo diría que ni una tesis ni la otra, en este momento histórico, debe aplicarse, pues ante la pobreza extrema y la falta de educación vinculada a la obtención de competencias laborales y falta de empleo bien remunerado, sí es necesario enseñar a pescar a los que menos tienen, y al menos mientras aprenden a pescar y comercializar lo que pesquen, se les debe dar el pescado para que se puedan sustentar en ese proceso.

Es decir, hay que educar y capacitar a las personas mayormente humildes en edad de trabajar, para que desarrollen sus competencias laborales conforme a sus gustos personales, sus habilidades, capacidades, preferencias y plan de vida, tomando en cuenta la oferta de trabajo en cada región, pero mientras que desarrollan esas competencias y encuentran empleo, hay que apoyarlos para buscar y conseguir trabajo, asistiéndolos  no solo con una pensión, sino también con servicio médico gratuito, poniendo a su alcance las medicinas necesarias, para que así puedan realmente mejorar su situación y puedan alcanzar a cumplir su plan de vida.

Pero sobre todo, es conveniente que todo eso quede regulado específicamente en la propia Constitución General de la República y que nunca más se permita usar el asistencialismo en sus diversas formas, como una táctica indigna para que los políticos, abusando de su vulnerabilidad, se hagan mediante engaños, de los votos de los más pobres.

¡Así, es cuanto!