El hombre más poderoso es el que es dueño de sí mismo. Séneca, filósofo romano. Aplicable a Claudia, en igualdad de género
Cuauhtémoc Monreal Rocha.- Moría la tarde del domingo pasado, en medio de un vientecillo helado que arrastraba polvo; afortunadamente ya estábamos en casa y la distinguida señora Manchega preparaba la cena familiar (solo para dos) y la calefacción calentaba el hogar. ¡Qué felicidad, al fin solos Maruca!, título de una canción, si mal no recordamos.
Ni modo y no es por joder, pero presumimos, porque somos muy presumidos, que el hombre de Tabasco, ahora radicado en Palenque, ya se fue de Palacio Nacional, pero no ha dejado el poder y las mañaneras, aunque cansinas y monótonas, siguen por conducto de Claudia, quien, se dice por los corrillos políticos, que ella está administrando el país, pero que lamentablemente, aún no ejerce el poder y le sigue pesando “La Sombra del Caudillo”.
El aroma del poder embriaga y cuando es absoluto, corrompe absolutamente, dice un dicho por ahí y la lucha entre la doctora y el licenciado que ya se fue, es terrible, casi de poder a poder, como dicen los taurinos, pues los corifeos de UYSQ, representados por Monreal (afortunadamente nada que ver con este “escrebidor”), Adán Augusto y el grillote de Jesús Ramírez, le están dando mucha lata a la primera magistrada de la Nación y no hay nadie que los detenga, pues la terna sigue indicaciones precisas que arrastran los vientos que soplan desde Chiapas.
La sombra del oriundo de Tabasco sigue campeando dentro de Palacio y dentro del jacalón de San Lázaro y sus órdenes se siguen a pie juntillas y la doctora ya no debe permitirlo, porque el pueblo, según su propio decir, a través del voto, la llevó a sentarse en “La Silla Embrujada” y el poder legislativo, no tiene por qué ponerle piedras en el camino para obstaculizar su mandato.
La batalla por poder Claudia-Andrés, Andrés-Claudia, debe ya terminar para bien del ambiente político mexicano y acabar, de una vez por todas, con la polarización que emanó desde el Palacio Virreinal y que tiene muy divididos a los mexicanos; la solución, insistimos, está únicamente en manos de la Señora Presidenta de México; si no lo hace, que la nación se lo demande. Vale.