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El apocalipsis hidráulico

Dr. Fernando Antonio Herrera Martínez.- Pese a la gravísima sequía de Chihuahua y otras entidades federativas del país, se inició el ciclo agrícola. La inmensa necesidad de trabajar y producir, a pesar del bajo nivel de sus presas, los ha llevado a correr el riesgo, esperanzados en la lluvia que podría llegar en lo que resta del año.

Nuestro país atraviesa por una de las sequías más tremendas en 10 años, de ahí los bajos niveles en las presas, con crisis extremas, mayores que la nuestra como en Nuevo León y 5 estados más. Según la Conagua, la sequía es de moderada a excepcional.

El promedio es menor a 40% en zonas frontera con Estados Unidos: Chihuahua, Nuevo León y Coahuila, que conforman la cuenca del río Bravo. En la frontera entre México y Estados Unidos viven más de 14 millones de personas: 6.8 del lado mexicano y 7.3 del estadounidense.

El calentamiento propicia menos agua de lluvia y acelera de manera alarmante. El crecimiento de ciudades en frontera no da tiempo para adaptarse a cambios rápidos en el ciclo del agua y pone en jaque la seguridad hídrica.

En el ciclo agrícola del estado solo 35% de la tierra tendrá riego; el ahorro es un imperativo. Las presas están al 30% La Boquilla, 37% El Granero y 54% Las Vírgenes, de ahí la cuota autorizada de 3.5 millares de agua por hectárea. Serán solo 495 mm3, pero es posible que lo peor esté por venir.

Así que si no se revierten estos fenómenos con acciones concretas, como planificación urbana, en ciudades de la frontera; ejemplo, en Tamaulipas: Nuevo Laredo, Reynosa, Matamoros, Mier, Nueva Ciudad Guerrero, Camargo, Díaz Ordaz, Río Bravo, Miguel Alemán y Valle Hermoso, enfrentan retos muy difíciles para tener agua.

En concreto, la crisis nos lleva a revisar el derecho humano indispensable para vivir dignamente, y la condición previa, para otros derechos humanos derivados, es disponer de agua suficiente, salubre, aceptable, accesible y asequible para el uso personal y doméstico. (ONU, 2003:1-2).

Terquedades

La falta de lluvia supone un incremento en la desertificación, aumento de los incendios forestales y la degradación del suelo y ocasiona daños a la fauna y a la flora. Y causa, adicional, que precios de alimentación y energía se eleven. El origen de la Presa La Boquilla data de Porfirio Díaz y jamás se estipuló uso distinto al de irrigar tierras al tiempo de producir energía limpia.

Que hay compromiso en un tratado firmado en tiempo posterior, es cierto, pero en él nunca se menciona que el agua de lluvia que se almacene en la presa sea para cumplir la cuota de ese tratado. El tratado habla de la Cuenca del Conchos sobre el agua que lleve y su repartición, al igual que del Bravo y otras cuencas en estados fronterizos, pero jamás menciona dejar sin agua a las presas para riego y consumo humano.

Es una tragedia la sequía, pero es de orden climático y del daño al planeta, pero es mucho peor la decisión de cumplir ese tratado con agua concesionada para agricultores y por otra parte es derecho humano fundamental para quienes beben de ahí.

El presidente se equivoca y mal informa cuando se lleva esa agua. El presidente hace enorme daño a los pueblos con esas decisiones absurdas. Se requiere de voltear al río Pánuco. Desde 2001, cuando el entonces gobernador de Chihuahua, Patricio Martínez, expresó que “El agua que hay en Chihuahua es de Chihuahua. Porque el tratado que le conviene a México no le conviene a mi estado”.

Pero el presidente se lleva el agua amparado, dice, en la ley que dispone que “la propiedad de las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional, corresponde originariamente a la Nación…”; esto es, no existen las aguas de Chihuahua.

Ora sí que nos lleva el tren… ¿Su lema “primero los pobres” no incluye agricultores? ¿Por qué asume que todos somos terratenientes y acaparadores ilegales de agua con enormes nogaleras? El Bajío y el norte sobreviven a pesar de AMLO, pero su molestia por no ser como nuestros compatriotas del sureste lo lleva a pretender bajarnos los humos por tener resiliencia y trabajar arduamente para vivir mejor, pero él nos llama aspiracionistas y nos odia.

Viene el apocalipsis hidráulico, a menos que nos defendamos entre todos y, muy, pero muy unidos. 

El presidente amenaza que a partir de hoy revelará los nombres de grandes nogaleros, pero no le importa exponerlos para un secuestro o para los ataques de sus seguidores incondicionales, lo único que quiere es justificar sus acciones para volver a robarnos el agua.

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