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Desencanto del político triste

A manera de que los tiempos cambian, los personajes que hacen historia también lo hacen; el ejercicio del poder público se genera a través de personas que en un momento determinado definieron dedicarse a él, independientemente de los aplausos y la malicia de la inquisición que los quiere quemar vivos.

La política ofrece muchos escenarios que van de la locura a la razón, el encanto y el desencanto aparecen a cada momento, su base está en aguantar aquellas flores impregnadas de cemento, la sociedad acepta al político, las élites protestantes edifican el odio hacia ellos.
Pueden estar dentro o fuera de los partidos políticos, para en cualquier momento encender la hoguera o aplaudir intensamente, quienes lo hacen no saben lo que quieren, ya que los políticos son los mismos de siempre bajo diferentes siglas.

El político disfruta su trabajo, lo conoce y lo desarrolla con pasión, es casi o lo es, un profesional de su área, perduran a través de los gobiernos porque a eso se dedican.

El político es aquella persona dedicada a servir, tal vez a servirse y de ello haciéndose notar el enfado público, que no ocurre con los monopolios mercantiles, con los constructores ineficientes o con aquellos empresarios de ferias pueblerinas que se van con las bolsas llenas de billetes.

Al político se le acusa y al que vende a sobreprecio se le protege, nunca se le persigue a pesar de la inflación documentada en todo terreno, el país es de quienes dominan el mercado, el pueblo que dice el gobierno que manda, solo va al mandado y no le alcanza.

El desencanto se expresa en las urnas a través de una fiesta popular llamada elección, los candidatos a cualquier puesto tienen la caja de pandora para solucionar diversas situaciones, luego de ello, ese pueblo elector sigue con su rutina tercermundista.

Una rutina que lo define como pobre, aunque feliz por mandato presidencial, un camino diario por los alimentos y los pagos de los servicios públicos privados y gubernamentales, el agua no perdona, la CFE menos si el recibo mensual o bimestral se traslapa el pago.
El político triste es aquel que dejó su huella y ya no quiso más, aquel que aprendió a servir y a trabajar en favor de una sociedad enteramente vulnerada por su propia decisión.

El político triste observa cómo los nuevos representantes no son políticos, solamente amigos y oportunistas en la ocasión de cobrar y no de devengar un salario cuyo tope rebasa la demagogia del presidente de México de que no debe pasar de $108,000.00.
Los políticos de oficio y profesión ganan más que eso, pero vamos avanzando de un Tsuru a una camioneta suburban blindada con los vidrios abiertos, parece una tragedia, lo es.

El político está triste, tiene un desencanto y por ello busca cualquier postura ideológica sin comulgar con ella, las nuevas generaciones conocen lo que hay y por ello les es normal el desbarajuste de hoy.