Compartiendo diálogos conmigo mismo:
Unidos a Jesús en la Eucarístia: Conciliarnos con Dios es recordar la nueva alianza y acordar la realización del evento salvífico. Ojalá despertemos ante este maravilloso don del Altísimo, bajemos de nuestro endiosamiento y subamos con estimulante humildad a la plegaria eucarística.
Es el Crucificado por nosotros, el que nos ha salvado; el que nos imprime la fuerza de vivir y de querernos, el que nos transforma y nos sacia de luz los aconteceres.

I.- La eterna Acción de Gracias no tiene espera en el memorial
Cada día es un nuevo despertar,
y un nuevo agradecer al Señor;
un naciente recibir y ofrecerse,
mucho más etéreo que mortal,
pues a Dios hemos de retornar.
Esta vida que Jesús nos otorga,
criada en el amor y en el amar,
seguida por el darse y donarse,
sin cansarse nunca de hacerlo,
como penitentes en la esencia.
Regresar al reino de la belleza,
es volver a la divinidad celeste,
vivificarse de todas las caídas,
para envolverse en su pureza,
y de impurezas desenvolverse.

II.- La espera en el banquete del Cielo; sí tiene espera en la esperanza
El Altísimo reaparece pequeño,
como un trozo de pan enérgico,
y justamente por eso es capital,
un espíritu glorioso para vivirlo,
reconocerle, venerar y acogerlo.
El Señor nos acompaña a diario,
nos pide ahogos y se amarga Él,
no reclama nada y lo dona todo,
comparte dolores y reparte paz,
hasta ser parte de nuestro andar.
Dejémonos alentar y alimentar,
tomemos la imagen eucarística,
y vivámosla mar adentro con fe;
nos saciará de caridad e ilusión,
vertiendo alegría y no lágrimas.

III.- El pulso con pausa en el alma; no desespere en la espera el cuerpo
Todo tiene su instante precioso
y preciso para batirse y renacer,
para reencontrarse y concebirse,
para abrir los ojos y acariciarse,
pues uno es para los corazones.
Sin el latir del uno para el otro,
nada se reviste y viste integral,
todo se reúne para sí y fenece,
en su miseria de poder y fango,
lo que no somos al ser de Dios.
Ven a permear nuestra crónica,
Cristo Jesús, dador de caminos.
Álzanos y reálzanos de quietud,
sé el foco de nuestro ministerio,
y la lámpara que nos fraternice.

Autor: Víctor Corcoba Herrero