Raúl Ruiz.- Hacía mucho que no sufría de un calambre. Y antenoche se me engarrotó la pantorrilla izquierda. Es un dolor espantoso.
Mi enfermera de cabecera de inmediato deslizó sus tersas y exquisitas manos sobre el músculo contrahecho y aplicó pomada del caballo, que tenemos como remedio para las articulaciones. Algo con dicoflenaco para dolores musculoesqueléticos; lumbalgias, cervicalgias y braquialgias. De todo tenemos en el buró.
La dolorosa contracción duró cinco veces más que el dramático terremoto que nos sorprendió en calzones aquella fría noche de febrero en Ciudad Juárez, Chihuahua. Así que ya sabrán cómo se engarruña la parte tirante y el tiempo que tarda en quitarse el dolor.
Pienso que lo mismo sufrió Donaldo Trompetas cuando la presidenta Sheinbaum anunció que ya era hora de convocarnos al grito de guerra.
– ¡Mexicanos! Nos vemos el domingo en el Zócalo. Les voy a decir qué vamos a hacer para defender la honra, y de paso patearle los… aranceles al vecino pendenciero. Echaremos a andar el plan B, y guardaremos bajo la axila el plan C; y el plan D. ¡ingesú!
Todos sabemos que Donaldo Trompetas es un bravucón, pero a la hora de los cates, se le arruga el cicirisco. Tarde que temprano, siempre les vienen torteando el hocico a los fanfarrones. (O ¿habrá alguno en esta selecta mesa de lectura que me contradiga?)
El anuncio se hizo con la seriedad que ameritaba el caso y el vecino pendenciero, reculó. Uno de sus asesores le dijo:
– Yo creo que mejor suavizamos este pedo, porque cuando la perrada se junta en el Zócalo, retiembla en su centro la tierra.
Nadie supo bien a bien, cómo estuvo la llamada entre los dos mandatarios, pero no va a haber guerra. El wero de los capilares color zanahoria, en su insania, sabe lo que le conviene.
Porque no hay demente que coma lumbre. Tendrá que ir a patear traseros a otro lado. A países timoratos a quienes poder aterrorizar con el petate del muerto.
No todos podremos ir al Zócalo. Los juarenses mandaremos una comisión encabezada por el alcalde Cruz Pérez Cuéllar y séquito que lo acompañe; y quizás unos cinco camiones de bullangueros, para darle sabor a la fiesta.
El resto nos quedaremos aquí a cuidar la casa. No sea que, en otro de sus desequilibrios, el loco Trompetas nos quiera mandar marines. Los juarenses somos la primera línea de contención y no nos rajamos. ¡Resistimos todo! Tenemos entrenamiento especial.
Ayer nos paseamos bajo la tormenta de arena, sin camellos, a rin pelón, nomás con una gorra de trailero, chamarrita y un paliacate. Estuvo cabrón el clima.
Los únicos felices fueron unos beduinos avecindados en Anapra Saudita, con quienes estamos haciendo negocio para elaborar prendas apropiadas para soportar estos azotes de arena.
Nos hablaron una vestimenta llamada thobe o dishdasha, para protegernos del clima extremo, incluidas las tormentas de arena. Este es un manto largo de algodón o lana que cubre todo el cuerpo, ayudando a minimizar la exposición al sol y al polvo.
En el catálogo que nos mostraron hay unos bonitos modelos de pañuelos grandes que se envuelven alrededor de la cabeza y el rostro para protegerse del viento y la arena. Les llaman keffiyeh o ghutrah.
En fin, en Juárez todo puede ser negocio, no sólo la maquila. Vamos a ver qué pasa el domingo.