Dr. Fernando Antonio Herrera Martínez.- Antonio López de Santa Anna es, sin duda, el bandido y traidor más odiado en la historia de México, por lo menos en los siglos XIX y tal vez el XX, aunque hay varios políticos que le compiten en la actualidad.
Ingresó, muy joven, al ejército real, era valiente y despertaba admiración. Logró ser presidente en 11 ocasiones. Era soberbio y muy apegado a mandar, pero enemigo del trabajo. Luego de breve tiempo en cada presidencia, era común que se fuera a su hacienda y dejara a un interino. Creía que podría volver cada vez que quisiera; al fin, él era el caudillo más admirado.
Santa Anna seguía activo en el ejército real cuando la conspiración de La Profesa, logra que se reinstale como Jefe militar real a Iturbide. De esa manera también le toca ser parte del Plan de Iguala, del ejército trigarante y de la consumación de la Independencia, que fue para criollos y españoles.
Los insurgentes, que eran la resistencia desde el sacrificio de Morelos, apenas eran una piedra en el zapato. Iturbide los atrae, los engaña y se empodera. Luego con el Plan de Veracruz (Casa Mata) es obligado a abdicar y enviado al exilio a Italia. Regresa engañado, pero sin saber que había sido declarado traidor y fuera de la ley, por lo que es fusilado en Tamaulipas.
López de Santa Anna cobra fama y forma su grupo para entrar en la lucha por el poder, en medio del caos, de un país que se negaba a nacer bien. Santa Anna no tiene principios, ni valores, igual está con centralistas o republicanos, según le convenga.
Solo el primer presidente terminó el periodo de 4 años, para las siguientes elecciones ya todo era división, traición y disputas por el poder. El atroz sacrificio de Vicente Guerrero es el inicio, en 1829, de gobiernos breves, inestables, que llevan a una y otra asonada militar que conduce a México al fracaso.
Dos veces pelean con España, hasta que reconocen al México independiente. Luego las primeras dos amenazas de Francia, los intentos de Texas por separarse de Coahuila primero y luego independizarse de México.
Lo de Francia e n su segunda amenaza propicia una absurda “guerra de los pasteles” que culmina con un enorme pago de gastos punitivos al invasor. En cuanto a Texas, finalmente se separa en 1836 y Santa Anna, que va a combatir para recuperar ese territorio, gana algunas ana batallas, la toma del Álamo, por ejemplo, y sufre luego vergüenza por una siesta en San Jacinto. Los soldados de Houston lo sorprenden durmiendo, y en 18 minutos, 630 mexicanos mueren, 208 caen heridos y 730 capturados, él entre ellos, y el Ejército Texano reporta 9 muertos y 30 heridos.
Santa Anna, que era presidente y general en jefe, firmó el Tratado de Velasco, para que Texas quedara independiente. López de Santa Anna regresa a México derrotado, pero criollos y españoles lo reciben con entusiasmo.
Años después, en 1846, es culpado de provocar o acordar la invasión de Estados Unidos, que culmina con los tratados de Guadalupe Hidalgo en 1848, con la pérdida de más de la mitad del territorio del país. Poco años después, en abierta y descarada traición a la patria, vende en 1854, “La Mesilla”, 76,845 km², y se declara dictador vitalicio con el nombre de Alteza Serenísima.
Perdida totalmente la razón en su ego y enfermo de poder, es echado del poder y se exilia en Cuba. México era un país sin ley ni orden, sus gobiernos no tenían poder real sobre el territorio, los hacendados y terratenientes eran los que de verdad tenían las riendas del país, como ahora, las tienen las bandas del crimen organizado, que aprovechan la inacción del gobierno o pagan por la impunidad.
El tema es que seguimos siendo un país de leyes y de Justicia, un país en el que la sociedad no existía y en nuestros días estamos por querer nacer. ¿Estaremos a tiempo?