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El hombre banalizado

Omar Jesús Gómez Graterol.- A mediados de diciembre del año 1999, un hecho inusual enlutó a Venezuela.  El evento sería conocido posteriormente como la “Tragedia de Vargas” por ser esta región el escenario de aquel triste episodio.  Grandes cantidades de lluvia se precipitaron sobre el suelo causando deslaves, deslizamientos e inundaciones; y ocasionando la muerte de miles de habitantes de la región (hasta la fecha no se conoce el número exacto de muertos). Muchas historias comenzaron a narrarse a partir de entonces: algunas con finales felices y otras con desenlaces dolorosos; pero ninguna que dejara indiferente a la más fría de las personas.  De todos estos relatos, el narrado por uno de los sobrevivientes llamó mucho la atención por lo duro de la misma.

Cuando se hacían las labores de salvamento, un grupo de rescatistas se encontró con un hombre aprisionado por tierra y escombros hasta la altura de los hombros.  Al intentar acercarse a al individuo él suplicaba, llorando a gritos, que los guardias y militares allí asistentes lo mataran.  A pesar de que los presentes trataban de disuadirlo, solo insistía en que pusieran fin a su vida.  Desde luego que nadie accedió a sus peticiones y al desenterrarlo se reveló la más espantosa de sus motivaciones.

A ambos lados de su cuerpo, y sujetándolos de las manos, mantenía a sus dos hijos ahogados por la avalancha que sobre ellos se despeñó. No cupo duda acerca de la firme disposición del padre por salvar a sus niños. Luchó con todas sus fuerzas para mantener con vida a los pequeños, sin tener opción de elegir a ninguno sobre el otro para salvarlo, pues a ambos los amaba.  Al final, fue derrotado por un adversario superior a él que, como cosa de un destino cruel, lo dejó vivo para experimentar la manera en que le era arrebatado lo más preciado de su existencia.

No conocí al señor, e ignoro si aún vive o ¿cómo lleva su existencia? Supongo, -si es que aún esta con vida- que, todavía y después de tantos años, lleva en su mirada una profunda tristeza. A la fecha debe sentir en sus manos los estrujones de sus pequeños primero apretando con todo su vigor y luego colgando inertes al ser asfixiados.  Estoy seguro que el episodio se presentará en su mente a diario y constantemente estará pensando en algún hipotético giro de su accionar que probablemente haya hecho que las cosas fueran distintas en el presente (quizás también culpándose sin serlo).  Lo cierto es que siempre sentirá aquellas pequeñas  manos agarradas con desesperación a él contando con que, el ser que siempre los protegió, también los salvara en la funesta ocasión.

Traigo su ejemplo a colación pues sé que como él, en cualquier parte del mundo, abundan ejemplos de hombres que no vacilarían un instante por dar su vida por sus hijos, esposas, madres, padres, hermanos, abuelos y demás familiares.  De hecho, sobran los ejemplos de estos actos heroicos pero por alguna razón no suelen destacarse mucho.  Sin embargo, son una evidencia irrefutable que en todos los seres humanos (hombres o mujeres) anida un alma con sentimientos y emociones que los mueven a realizar cosas tan altruistas como sacrificarse por los que ama.

En la actualidad se ha construido una imagen banal del hombre reduciéndolo prácticamente a un ser regido por sus genitales y muy poco por su mente o su espíritu.  Casi un ente grotesco dirigido por su sexualidad, por el egoísmo, la agresión, machismo y un afán de dominar.  Sin tomar en cuenta que también siente y se emociona, siendo un individuo capaz de dar vida así como hacer aportes valiosos a la existencia y mejorar el entorno donde habita. 

Ahora que lo masculino y femenino parecen estar envueltos en una “lucha” cabe preguntarse: ¿Ya no hay posibilidad entre ambos géneros de seguirse complementando como desde los inicios de la humanidad lo han venido haciendo para subsistir como especie?  Lo que es más llamativo aún: -en una era que pregona el diálogo y la negociación como herramientas para transitar en la historia de forma pacífica- ¿no hay posibilidad de dialogar entre los representantes de los “bandos” involucrados para lograr acuerdos en beneficio de todos? ¿Necesariamente el desenlace tiene que ser una confrontación donde al vencer un lado el otro afirme sus derechos?

Los caballeros, como en el caso del sobreviviente de la tragedia, muchas veces tienen que sostener en sus manos responsabilidades sin la posibilidad de hacerlas emerger a la luz pues también ha sido condicionado, – lo está siendo actualmente-, a una posición en la que puede gritar su desespero pero sin mostrar las razones que lo hacen sufrir.  Por esto, se requiere prestar atención a la discusión que se está planteando en el presente para dar un enfoque asertivo a la misma. Con ello, evitar introducir fantasías a la realidad y barnizar injusticias con elementos de justicia.  Recordemos que para concebir un nuevo ser humano se requiere de la participación de ambos sexos además de que no hay hombres sin madre pero tampoco hay mujeres sin padres; por lo que todos somos necesarios y nos necesitamos.