Antonio Fernández.- Vemos y oímos lo que nos conviene, pero aquello que es de principal necesidad lo vemos y escuchamos, pero no nos detenemos en comprender y asimilar la razón de fondo porque ello causa pereza mental y física.
“Eso de ponerme a pensar, ¡qué flojera!”, se prefiere especular o conformase con lo que se imagina de lo que otros dicen o con lo oído de pasada o leyendo rápido solamente para que se diga que sí leí, pero en verdad no se entendió porque nada se ahondó.
Es como ver la corteza de un árbol y afirmar que está en buenas condiciones porque lo vemos vigoroso con follaje, pero nunca pensamos que está desbaratándose por dentro, por lo que nos deja sorprendidos verlo tirado al suelo desbaratado por la plaga que lo ha devorado.
Se nos da a conocer el bien por excelencia al que no ponemos atención, releemos entre líneas la palabra de Dios Nuestro Señor en los Santos Evangelios sin profundizar la enseñanza que a diario está a nuestro al alcance, sin vislumbrar que la prevención viene de Dios para evitar que caminemos ciegos por este mundo en el que vamos de paso.
Dios Nuestro Señor vino al mundo en el pesebre de Belén, ello significa que vino a cada alma y a cada corazón a dar y entregar el amor que de su corazón brota para encender como Luz que iluminará las sombras en que son envueltas las almas por las tinieblas de la idolatría y el paganismo de cada siglo que se muestra ser la tenaza del demonio por el que oprime las almas hasta ahogarlas.
Nada de ello es una exageración, sabemos nuestra realidad porque en bastantes ocasiones hemos vivido en carne propia esta situación y al reflexionar los hechos de nuestros actos sabemos lo que se hizo y no debió hacerse.
La Luz que viene de Dios Nuestro Señor ahuyentará y vencerá esas tinieblas que merodean las almas a perderlas convirtiendo al ser humano en un incrédulo recalcitrante, pertinaz y obstinado, no solo en lo que se refiere a la salvación del alma, sino en todos los órdenes de su vida.
La soberbia maligna es la que hace que sea difícil ver y reconocer el error de carecer la fe en Jesucristo Nuestro Señor e impide obtener la gracia que será gozo y valora que Dios vino al mundo como Luz que iluminará siempre su corazón, Luz que viene a cada alma por su infinita misericordia.
San Juan ilustra a reconocer la luz del faro que guiará a la salvación, porque como náufragos en la tempestad del mundo no vislumbramos esperanza de salvación. En Él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres.
Y para que no se considere su palabra una expresión pasajera Dios Nuestro Señor reafirma ser la Luz de Luz: “Mientras estoy en el mundo, yo soy la luz del mundo”. Así manifestó a su pueblo y a los siglos su divinidad y por ella veamos convencidos y gozosos su primordial esperanza de salvación.
Siendo Dios Creador de todas las almas, conoce que vivimos en constante asecho de pecado y será por la fe, la esperanza y la caridad la Luz que ilumine el corazón. “Y este es el juicio: que la luz vino al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, pues sus acciones eran malas”.
La realidad que hoy vive nuestro mundo es la preferencia inexplicable de vivir en tinieblas. ¿Qué ha pasado para desear vivir en tinieblas? ¿Por qué ese deseo inaudito de vivir en sombras, de vivir ciegos y sordos, aferrados al mal?
Miremos y razonemos dónde encontrar la respuesta: “Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”
Porque la Luz de Cristo Nuestro Señor es para todo hijo de Dios vida de salvación, lo expuso el Señor al pueblo de Israel al que vino a salvar del pecado, a la vez extendió su palabra a los siglos, por lo que entendemos que el Señor se refirió al tiempo que permaneció en él y que no fue escuchado sino rechazado.
También se refiere a cada siglo donde el tiempo de su presencia está constante en el mundo, las naciones y las ciudades como en cada alma desde que nace hasta que muere.
Si se fue fiel al Señor es porque se caminó siguiendo su Luz de Luz, de lo contrario el camino será en las sombras de las tinieblas: “Poco tiempo está aún la luz, caminad, no sea que las tinieblas os sorprendan: el que camina en tinieblas, no sabe adónde va. Mientras tenéis la luz, creed en la luz, para volveros hijos de la luz”.
A través de nuestra existencia reconocer que Jesucristo Nuestro Señor es la Luz que ilumina el camino de nuestra existencia terrena y permanece a nuestro lado sin separarse de las almas porque cada una y todas están a su vista.
Espera el momento de iluminar alma y corazón cuando el arrepentimiento sincero brote el fulgor que deja atrás las tinieblas apartando las sombras temerosas de la tentación.
Mientras hay vida hay esperanza de salvación. Cristo Nuestro Señor es Luz que aparta las tinieblas del pecador retornará perseverando en Dios de Dios.
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