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El Zócalo estuvo vacío

Daniel Valles.- El Zócalo vacío. Se llenó de luces, pero sin la algarabía de otros años. La figura del presidente de la república estaba presente juntamente con su esposa en el balcón de Palacio Nacional. Como todos los años.

En la plancha, lució el contorno del país dibujado con luces tricolores: Verde, blanco y rojo. La megabandera al centro majestuosa. 

Palacio Nacional de igual forma estuvo radiante con el alumbrado tricolor en sus paredes. Los colores nacionales lo adornaron. Estallaron los fuegos artificiales, grandiosos, como todos los años.

Previamente se entonó el Himno Nacional. Se rindieron los honores a la investidura presidencial depositada en la persona de quien hoy encabeza al Poder Ejecutivo. Viva México, Viva México, Viva México, el grito se escuchó, pero no fue contestado por la gente. El Zócalo estaba adornado, pero estaba vacío, solo, sin vida.

Reflejaba la realidad de un país que lleva a cuestas más de 71 mil muertos por Covid. Que son los que cuentan, los que duelen. Más que los otros miles, los de la inseguridad. 18 miles o más, solamente en el primer semestre de este año, de acuerdo a cifras oficiales.

La ceremonia del Grito de Independencia con sus luces, con su arenga, con sus juegos pirotécnicos, pero sin gente, son una metáfora del momento que se vive en México y una profecía de lo que viene, de lo que está enfrente de nosotros. 

Un país surrealista. Un país dividido por las ideas, por los marcos de referencia de un hombre que ha trasladado sus fobias a la masa que hoy gobierna. México es un país “libre”, independiente, pero separándose cada día que pasa por el encono que brota del mismo lugar donde se grita ¡Viva México!

Es una contrariedad, una paradoja que se genera a diario. Es la bifurcación que se forma por los modos, por las formas, por las fobias, los rencores. Por los traumas que se mantienen y se alimentan a diario.

México ha recordado su independencia, más que celebrado. México se ha dolido. Y no todo México ha festejado de manera semejante. Como siempre lo ha hecho.

México es independiente, sí. México es democrático, sí. México es justo, también. Es igualitario, pero lo es solo en la arenga presidencial. En la virtualidad, en el dibujo de las luces, porque en la realidad México está dividido y cada día que pasa se divide más.

Lo grave, lo más grave de todo, es que no lo dividen los mexicanos, las mexicanas. Le inyectan la división que está sufriendo. La división es cada día más obvia. Lo señalamos muchos hace casi dos años y es ahora una realidad en formación. Realidad que millones se han dado cuenta y se decepcionan.

Han notado que no obtienen por lo que en su esperanza de una transformación votaron. Creyeron que lo ofrecido era una realidad. Solo fueron fascinados, encantados por una alucinación momentánea como la que una droga produce.

El Zócalo estuvo iluminado, la bandera ondeó, la arenga que se pronunció, las luces del Palacio brillaron. La lentejuela en los vestidos se vio. Todo fue igual que siempre. Pero el Zócalo estuvo vacío. No hubo gente en la plancha. Estuvo dentro, en el Palacio. Poderosa metáfora de “La Casa Dividida”.

En los hogares la gente celebró, pero lo hizo acotada. La gente se vistió de la forma de siempre. La china poblana, el charro tan macho, el que ya no es más que un disfraz. 

No faltó el pozole, la enchilada, el tequila, el grito, pero todo estuvo acotado. Le faltó el espíritu, le faltó la chispa que la realidad otorga. Careció de la sustancia que le da el sentido. Todo fue así, como fingido. Como un poderoso supuesto en una obra que se llama, el Grito seguido por su secuela, el Día de la Independencia.

Hoy, hoy 17 de septiembre será lo de antes. Los muertos, la pandemia, la falta de empleos. La mañanera, el sarcasmo, la ofensa, la mentira, la política, el agua, la amenaza vedada, la rifa fallida. El viva México será opacado por el pobre México.

Amigos, nada hay para celebrar en realidad. Se ha cumplido con una fecha oficial que el calendario marca de manera singular, pero nada más.

Nuestro país no acaba de tomar forma en un sexenio que deforma al México que hemos construido a través de décadas a pesar de los corruptos. A pesar de los vivales. 

México es grande, más grande que todas esas cosas. México está herido, en su espíritu lo siente. Su alma lo resiente. 

Lo vimos en el Zócalo vacío. Con luces sí, pero vacío. Con arenga y fuegos, pero vacío. Con una llama de esperanza, sí, pero ya más en que no llegue lo que se ve venir y que esto que tenemos pronto termine.

Nada que celebrar, nada que festejar, todavía. Y por ahora, ahí El Meollo del Asunto.

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