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Talentos perdidos: El costo de los accidentes viales

Aída María Holguín Baeza.- En vísperas del Día Mundial en Recuerdo de las Víctimas de Accidentes de Tráfico, resulta imprescindible reflexionar y concienciar sobre la magnitud de esta problemática global.

Es una efeméride que nos invita a reconocer el impacto económico y social de los accidentes, a recordar a las víctimas, tanto fatales como sobrevivientes, y a valorar la urgente necesidad de adoptar medidas preventivas, además de reconocer la labor de los servicios de apoyo y rescate, que trabajan para salvar vidas.

Según datos de la OMS, los accidentes viales siguen aumentando, con un promedio anual de 1.35 millones de muertes. Las lesiones causadas por estos accidentes son la principal causa de muerte en niños y jóvenes de 5 a 29 años. Además, entre 20 y 50 millones de personas sufren lesiones no mortales, muchas de las cuales resultan en discapacidades. Las víctimas más frecuentes son peatones, ciclistas y motociclistas.

Entre los factores de riesgo asociados a estos accidentes destacan la velocidad excesiva, la conducción bajo los efectos del alcohol o drogas, y las distracciones, como el uso del teléfono móvil, así como la falta de medidas de seguridad, como no usar casco o cinturón, lo que aumenta el riesgo de lesiones graves. Una infraestructura vial deficiente y vehículos mal equipados también agravan las consecuencias, mientras que el incumplimiento de normas reduce la efectividad de las medidas preventivas.

En ese contexto, la OMS subraya que estos accidentes también tienen un gran impacto económico, tanto para las víctimas (directas e indirectas) como para los países, ya que, en promedio, representan el 3% del PIB de la mayoría de los países. Esto se debe a los costos médicos, la pérdida de productividad y el tiempo que los familiares deben dedicar al cuidado de las víctimas.

Entonces, para reducir el impacto de los accidentes de tránsito, es urgente que los gobiernos adopten un enfoque integral –“holístico”, como lo señala la OMS– que involucre a diversos sectores, como transporte, policía, salud y educación, además del sector privado y organizaciones de la sociedad civil.

Se trata, pues, de un enfoque que garantice la seguridad vial mediante estrategias para mejorar las infraestructuras, integrar características de seguridad en el transporte, optimizar la atención post-accidente, promulgar y hacer cumplir leyes que aborden los riesgos y fomentar la concienciación pública sobre la seguridad vial. Solo así, con un enfoque coordinado, se podrá reducir tanto el número de víctimas como las consecuencias devastadoras de los accidentes de tránsito.

A modo de reflexión sumativa, concluyo citando lo dicho por la FEVR, la IRVP y la FICVI, organizaciones dedicadas a la seguridad vial: “Cuando las personas mueren o resultan gravemente heridas en accidentes de tráfico prematuramente, el mundo pierde mucho más que individuos: pierde su potencial, sus ideas, su impacto futuro en la sociedad. Se convierten en talentos perdidos”.

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