Alejandro Zapata Perogordo.- En los últimos años las relaciones con otros países, sobre todo con aquellos que más nos deberían importar por los vínculos estratégicos, como ocurre con Estados Unidos, no han sido buenas; por lo visto la diplomacia en las administraciones morenistas continúa siendo un área que no aprenden.
Desde que entró López Obrador al gobierno, las relaciones con los vecinos del norte se han ido deteriorando paulatinamente, en su momento, el arribo como embajador de ese país en el 2019 de Christopher Landau, ahora parte del gabinete de Trump, estuvo marcado por la indiferencia del gobierno federal, por lo que el diplomático optó por las relaciones locales visitando a las entidades del país.
Posteriormente, la llegada de Ken Salazar fue completamente diferente al ser cooptado por el tabasqueño desde un principio; no obstante, carecía de influencia ante su propio gobierno que ya le había perdido confianza a López Obrador, máxime que bajó la guardia para combatir a la delincuencia, abrió las puertas a la migración y permitió la producción y flujo de fentanilo con destino a los Estados Unidos.
A Sheinbaum le toca desde su inicio una relación bilateral en crisis, permeada por la desconfianza, así se la dejaron. Antes de dejar el cargo, prácticamente al final de su mandato, aconteció el episodio del Mayo Zambada, siendo público que se enteró por las noticias y, cuando solicitó información a los americanos con relación al asunto, simplemente lo batearon, de ese tamaño la distancia y molestia.
Seguramente la administración Trump analizó cuidadosamente el perfil del nuevo embajador designando a Ronald Johnson, un militar de alto rango en retiro, asesor especial del Comando Sur de Estados Unidos, coordinando temas de migración, narcotráfico y terrorismo, experto en inteligencia y seguridad, con experiencia en crimen organizado y conflictos armados.
También fue embajador en la república de El Salvador, por lo que tiene conocimiento de la diplomacia, no es ningún improvisado, es una persona preparada, capacitada, con información y conocimiento de la región, se puede afirmar que su selección tiene un propósito específico.
Por su lado, la doctora Claudia, al recibir las credenciales del nuevo embajador, repitió lo mismo que en todas las mañaneras: que debe existir una relación de respeto, colaboración, comunicación y coordinación.
Sin embargo, a pesar de que tiene con regularidad comunicación telefónica con el presidente Trump, le siguen regateando la información, como en el caso de la cancelación del visado de la gobernadora de Baja California, por lo que las relaciones siguen distantes.
En ese orden, el arribo del diplomático norteamericano hace suponer que vienen cambios, sobre todo en la política de seguridad, donde procurará influir con el objetivo de bajar los riesgos que representa el entorno mexicano a la seguridad nacional de su país.
Otro punto importante va a consistir en romper los lazos que existen entre un buen número de políticos con la delincuencia organizada, aspecto fundamental para estrechar los vínculos de confianza entre ambos países.