Aída María Holguín Baeza.- Apenas regresó a la Presidencia de Estados Unidos, Donald Trump comenzó a firmar y promulgar decenas de órdenes ejecutivas que llevan el sello de la retórica trumpiana cada vez es más trumpiana.
Así, el 2025 quedará marcado como el año en el que Trump reavivó una serie de tensiones que, por supuesto, incluyen las comerciales con el anuncio sobre un incremento de los aranceles a productos importados, renovando la guerra de aranceles que inició en su mandato anterior.
Así es. Trump, con su retórica de “America First” (América Primero), ha vuelto a recurrir a las tarifas arancelarias para equilibrar lo que él considera que está mal en materia de comercio. Y aunque la medida arancelaria de Trump afecta a varios países y varias regiones del mundo, México se encuentra en el ojo del huracán debido a que el aumento de los aranceles impuestos por Trump no solo impacta a México de manera directa, sino que también pone en riesgo estabilidad del T-MEC, clave para mantener una relación comercial fluida.
El asunto es que la retórica trumpiana ha reactivado –a punta de aranceles– una tensión comercial que podría afectar a diversas industrias como la automotriz, la agrícola y la manufacturera, que dependen de un intercambio comercial sin barreras. De ahí que en el mismísimo Estados Unidos se hayan levantado voces en contra de la guerra arancelaria Trump. Pero, como era de esperarse, Trump sigue defendiendo su enfoque nacionalista, proteccionista y, evidentemente, unilateral.
De esta manera, Trump está generando un fuerte impacto diplomático que abre la puerta a represalias comerciales y/o puede desencadenar tensiones con varios países. En el caso de México, por ejemplo, las amenazas de aumentar los aranceles no solo agravan la relación bilateral ya sensible, sino que también ponen en peligro el flujo comercial que es fundamental para ambas economías.
El meollo es que la postura de Trump refleja su visión simplista y reduccionista de la economía global. En sus discursos, deja claro que los acuerdos comerciales deben ser a favor de Estados Unidos, sin considerar las consecuencias para sus socios comerciales, omitiendo la inevitable interdependencia económica del mundo actual; es decir, omitiendo considerar que las economías están tan, pero tan conectadas, que una acción unilateral puede ocasionar efectos contraproducentes, tanto económicos como diplomáticos, y tanto internos como externos. O sea, que su enfoque, más que beneficiar a Estados Unidos, podría erosionar su influencia global y comprometer su estabilidad económica.
Queda claro, pues, que la retórica trumpiana quiere imponer nuevamente su sello en la política económica global desafiando no solo los acuerdos comerciales ya establecidos, sino reavivando una guerra comercial que, más que beneficiar a EU podría perjudicarlo.
Total, que la retórica trumpiana para poner a “América primero” ha revivido la guerra arancelaria en 2025, imponiendo tarifas a productos importados, especialmente de México para –según él– beneficiar a EU, pero ignorando la interdependencia económica (bilateral, regional y global).
Y sí. Aunque tanto el presidente Trump como la presidenta Sheinbaum informaron que, luego de una serie acuerdos a los que llegaron, se suspendió por un mes (a partir de este 3 de febrero) la aplicación de aranceles para México, la retórica, la amenaza y la guerra comercial trumpiana siguen ahí.
A modo de reflexión retrospectiva y prospectiva, concluyo citando lo dicho por el asesor político, columnista de medios y productor de televisión estadounidense Mark McKinnon: Como ha demostrado la historia en repetidas ocasiones, un arancel comercial genera otro, y luego otro, hasta que se desata una guerra comercial en toda regla. Nadie gana nunca y los consumidores siempre salen perjudicados.
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