Alejandro Zapata Perogordo.- La actual administración con renovados bríos va dando los mismos pasos que su antecesor, sin mucho que pensar ante la coincidencia manifestada desde la campaña, ha puesto manos a la obra siguiendo el mismo camino, las mismas formas y el mismo andar.
El reto se antoja harto difícil, las circunstancias han cambiado y la correlación de fuerzas también, lo que hace complicado continuar un esquema de copias al advertir que son dos personalidades diferentes; sin embargo, no se aprecia un estilo propio, como tampoco una manera de hacer las cosas de acuerdo con la personalidad de cada uno.
Es entendible la convergencia que comparten e inclusive a partir de esa premisa, la continuidad programática; sin embargo, el contexto se percibe idéntico sin un proceso de adaptación y adecuación, más bien, como una suplantación, el que se fue, sigue estando.
La discordia, el resentimiento, la confrontación, el rencor y la venganza siguen siendo características adoptadas por la presente administración, los comentarios descalificando a los adversarios o a quienes no comparten sus puntos de vista vuelven a estar en lo cotidiano.
Es cierto que ahora ya no culpan de los males a los gobiernos pasados, los responsables son los jueces y los empresarios neoliberales que aún quedan. Los gasolinazos, la devaluación, inflación y pérdida del poder adquisitivo, no son temas, inventos de la oposición, vamos requetebién.
El país se encuentra unido, estable, en armonía y en franco desarrollo y progreso, hay pluralidad, respeto a las ideas y libertad de expresión. Los actos de violencia son hechos aislados; la corrupción prácticamente se ha erradicado y las empresas productivas del Estado se encuentran en auge. O sea, más de lo mismo.
La realidad es que la situación se encuentra al borde de la crisis, tanto en el aspecto social como en el político y el económico. En el sexenio pasado de López Obrador, los resultados fueron pésimos, no obstante, su política de comunicación y su habilidad para sortear los problemas como atributo de su personalidad, fueron factores esenciales que le permitieron conservar popularidad y liderazgo.
No se puede decir lo mismo con su sucesora, quien pretende seguir los pasos a pie juntillas, sin tener las cualidades de su antecesor, que ponía los temas de la agenda nacional, en múltiples ocasiones con meros distractores, lo que ahora no acontece.
Ha entrado de manera abrupta a una espiral que la está conduciendo al desgaste en un periodo muy corto, tal parece que ni siquiera tiene el control de sus compañeros de partido, como tampoco en las Cámaras, quienes siguen sus propias agendas.
Tal como se avizora el panorama, los escenarios van a estar más complejos, las relaciones con los vecinos del norte se aprecian difíciles, ante la pérdida de confianza y respeto que nos colocan en un plano adverso.
La imagen que tenemos en el exterior es proporcional a la situación que padecemos hacia adentro, nos consideran un país repleto de corrupción, de narcotraficantes y sicarios, con un gobierno autocrático; una clase política complaciente, deshonesta, mentirosa y privilegiada.
En síntesis: mismo camino, mismos resultados.