Dr. Arturo Castro.- Hace tiempo, durante una reunión de amigos para celebrar el fin de año, el expresidente municipal de Juárez Manuel Quevedo Reyes hizo una pregunta a aquel grupo de priistas que conversaban de todo y de nada en un ambiente cordial y de paz que ofrece la nostalgia del año viejo y la alegría de ver de cerca el que se acerca una vez más.
¿Qué es lo más caro en esta vida?, preguntó el anfitrión a los presentes, causando desconcierto y sonrisas al pretender conocer la respuesta sin dificultad, alguien dijo la salud, le siguió la comida, los viajes, la recreación, la belleza y otras más.
Después de una breve reflexión se concluyó que lo más caro en la vida es lo que no se puede comprar a pesar del deseo y la intención de tener aquello que se anhela sin posibilidad alguna, dejando a la imaginación personal aquello que se trataba entre abrazos y brindis.
La anécdota refleja en la vida personal y social muchas cosas que van de la aspiración de que el gasto publico termine con la violencia, con las carencias en campos como el de salud, de transporte, de contaminación ambiental y de educación pública en cuanto a las estructuras de los planteles escolares.
Como querer comprar lo que no se vende, como tener un poder de decisiones públicas y políticas sin los resultados esperados por la sociedad. Hoy hay políticos en campaña que buscan venderse a través de votos electorales como resultado del claro proselitismo existente.
La sociedad a través de los impuestos desea comprar tranquilidad, a través del voto un trabajo responsable de gobernabilidad, a través de su trabajo una remuneración adecuada al esfuerzo realizado que incluya la seguridad social, la vivienda, los bonos y días de descanso debidamente legislados.
La sociedad civil quiere que la sociedad política se deje de chismes, de búsqueda de posiciones de poder solo para poder ejercer un tráfico de influencias, un despilfarro de los recursos públicos o una negociación del gasto que le deje recursos personales.
De lo anterior nace la corrupción manifiesta en este y en todos los tiempos como un mal que sin ser necesario afecta a todos por igual como una enfermedad social que no tiene límites visibles dejando a la imaginación de un buen escritor la historia que realmente se quiere vivir.
Con dinero puedes, es una canción norteña de los Cardenales de Nuevo León, en donde claramente se deduce que no están a la venta las cosas que se quieren. La letra lo dice todo, es aquello que se puede y no se puede comprar con dinero.
Parafraseando la idea de la canción, con poder político se pueden tomar decisiones, pero no llegan a lograr la felicidad del pueblo que, curado de espantos, observa la violencia de todos los días como algo casi normal.
Continúa la letra de la canción diciendo que con poder puedes comprarte una iglesia, pero no la gloria; con dinero puedes comprarte un boleto, pero no el camino; puedes comprarte un momento, pero no el destino.
No están a la venta las cosas que quiero como el caminar tranquilamente por las calles de la ciudad, como el deseo de ver a aquel joven de ingresar a la escuela y poder ser admitido, qué decir del frío y del calor que se mitiga con el pago de servicios públicos y privados en lugares cerrados.
Pero no en la calle, en los estadios deportivos, en los parques o cualquier lugar abierto en donde se vive la intensidad que definen como cambio climático sin control alguno.
No está a la venta ver un desarrollo político de nivel en México, tampoco la verdad en los discursos de quienes aspiran a dirigir el país que se sienten honrados en ser corcholatas o aspirantes de una rara coalición partidista que busca el poder a pesar de las ideologías encontradas.
Qué de raro tiene observar lo mismo de siempre, como una cotidianidad a la que no se acostumbra la sociedad, que quiere lo mejor de lo mejor aportando su parte y esperando de los gobiernos el retorno que cause un mejor bienestar.
No están a la venta las cosas que quiero como el poder escribir un artículo que provoque una mayor opinión e incidencia pública de aquellos lectores que envueltos en el medio político puedan cambiar la comodidad por la ansiedad de un mejor trabajo.
Un mejor trabajo que descifre el producto de su tarea como la mejor solución a los problemas sociales con una verdadera vocación de servicio, como ocurría en aquel México que se nos fue.
Garrick, el gran payaso, protagonista de aquella hermosa poseía reír llorando, quería comprar lo que le vendía a su público, la sonrisa que despertaba en todas sus funciones.
Con imaginación y fantasía deseo comprar todo aquello que no he podido adquirir como complemento de una vida dedicada a servir y a convivir con una sociedad que se encuentra en la búsqueda permanente de lo mismo.