Inicio ENFOQUES Y PERCEPCIONES ¿El fin de los Estados Unidos como potencia? Ciertas consideraciones para México

¿El fin de los Estados Unidos como potencia? Ciertas consideraciones para México

Soc. Omar Jesús Gómez Graterol.- Muchas voces están acusando a los Estados Unidos, y específicamente a la gestión del presidente Biden, como artífices de la guerra ruso-ucraniana. Dizque obedece más a intenciones particulares (inclusive negocios familiares) que a motivos nacionales o mundiales. El fundamento: la ubicación y comercialización del gas norteamericano desplazando a Rusia como el primordial proveedor de dicho combustible a varios países europeos. 

De ser correcta esta afirmación, esta aventura bélica va a perjudicar finalmente al promotor de la batalla, a su población y sus aliados. La situación la están aprovechando diversos gobiernos con el propósito de romper o minimizar la influencia estadounidense, además de posicionase globalmente de un modo diferente al que tradicionalmente han asumido bajo su “férula”.

Igual de adversos, están siendo los resultados para sus acompañantes en esta campaña. La “Organización del Tratado del Atlántico Norte” (OTAN) y la “Unión Europea”, como coaliciones, están padeciendo fracturas internas que, aunque no sean suficientes para hacerlas implosionar, sí son sobradamente dañinas para afectar el apoyo a sus operaciones o legitimidad intercontinental.

Administraciones gubernamentales como la de China, Rusia, India, Brasil y Arabia (entre otras aspirantes ubicadas en Latinoamérica y el Medio Oriente), están conformando un frente común (Bloque Económico BRICS) para usar al yuan como la principal divisa en transacciones comerciales internacionales. Lo expuesto sin mencionar el surgimiento de una criptomoneda respaldada por el gigante asiático, lo que, sin duda, constituye un duro golpe al dólar y al dominio occidental en otras latitudes.

Asimismo, han aparecido nuevos clientes para el ya señalado recurso natural ruso, así como la opción de generar acuerdos inéditos con otras regiones del planeta (aunque también la invasión ya empieza a lesionar la popularidad de Vladímir Putin y a su régimen).

Este panorama ha puesto a los antiyanquis optimistas y de alguna forma pesimistas a los proyanquis. Sin embargo, ante los cambios hay que aplicar audacia, pero combinada con equilibrio, mesura y prudencia en tiempos inciertos. Existen ciertas confusiones que deben dilucidarse, al momento de analizar la configuración geopolítica internacional, para aprender del pasado y evitar errores en el presente y a futuro.

Si bien los Estados Unidos podría no continuar siendo la “potencia hegemónica en el contexto mundial”, no significa que pierda su condición de potencia. En efecto, lo que estaría diluyéndose es su capacidad de imponer su visión unipolar mundialmente, mas no su supremacía guerrerista, ni la totalidad de su control.

Tampoco permanecerá de brazos cruzados contemplando lo que pasa en el entorno y luchará para mantener su lugar, aun, si esto implica impulsar conflictos militares directos o indirectos. Por otro lado, el asunto no se reduce exclusivamente a los aspectos financieros o castrenses, hay componentes sociales y culturales que promueven que su ciudadanía sea muy competitiva y trabajadora, lo que también es un pilar para su sostén y desarrollo.

Por otra parte, no significa necesariamente el fin del capitalismo y el ascenso del socialismo como sistema sucesor. A la fecha, no ha habido un país donde los ensayos comunistas y socialistas consiguieran llevarse cabalmente (tal vez unos se hayan acercado más que otros a este modelo, pero hasta ahora han sido más retórica que práctica).

Por múltiples factores, que no alcanzaría a referir en este artículo, estas experiencias no se han concretado de manera que aún queda bastante camino por recorrer si es que para allá apuntasen los destinos de la humanidad. De hecho, Rusia y China han avanzado más, y con mayores triunfos, adoptando métodos capitalistas, razón por la cual difícilmente sacrificarán los privilegios que están obteniendo en la actualidad para apegarse completamente a los postulados marxistas.

Por último, la pluralidad de actores ofrece razones para estar entusiastas y apesadumbrados simultáneamente. Sería ideal convivir en una atmósfera donde se respete la autodeterminación como atributo de cada pueblo. No obstante, un mundo multipolar no significa que faltarán potencias que, cuando su beneficio lo requiera, dejen de emplear su autoridad para subyugar u obligar a otras poblaciones a responder a sus intereses.

Los argumentos que se manejan en los contenidos de los discursos esgrimidos hoy por hoy, para justificar su accionar, ya dan indicios de lo que puede suceder ulteriormente. Lo han demostrado en su proceder China ante el caso de Taiwán, Rusia en Ucrania y los Estados Unidos históricamente.

Para México lo más sano es sintonizarse con estas transformaciones, pero cuidando siempre de no comprometer su poder de decisión. Por ello, establecer alianzas sin sujetar su porvenir a nadie o, por lo menos, guardando la alternativa de interrumpirlas cuando crea que estas no les son convenientes, es el más aventajado escenario que puede lograr.

Deshacer vínculos definitivamente con los Estados Unidos no le será posible por variables geográficas, históricas y de otras índoles, pero relacionarse con esta nación, así como con las demás potencias, incrementando su autonomía, es una posibilidad que se está asomando en el horizonte y que conviene no desaprovechar. De lo contrario, no alcanzará a consolidar su independencia y quedará con la sensación de ser libre en elegir su suerte, aunque esto no sea más que una vana ilusión.