La problemática de 2020 tiene vetados a los ciudadanos de la región centro sur del estado y de Ojinaga. El presidente no olvidará en lo que resta de su mandato la afrenta de defender el agua con uñas y dientes
Dr. Fernando Antonio Herrera Martínez.- El agua, como se ha previsto, se ha convertido en el problema más agudo de los chihuahuenses, después de la inseguridad. No en la región centro sur, por cierto. Recientemente se reconoce que más de 40 municipios del estado sufren por la sequía. El mayor daño, por ahora, será en la agricultura, habrá menos verduras, hortalizas, tubérculos y será baja la producción de nuez, manzana, durazno y naranjas.
Por ejemplo, en la región centro sur hay unos 350 mil habitantes dedicados a la agricultura, de los que un 80% dependen del agua de la principal presa, La Boquilla, que de 2,900 millones de m3 solo tiene poco menos de 600 (20%), lo que nos da una idea clara del problema que se vive y que puede agravarse si no llega la lluvia.
La presa de Las Vírgenes, que es pequeña en comparación con la otra, tiene apenas 90 millones de m3; un 27.5% de su capacidad; de ella dependen un 20% de los agricultores. Ojinaga está en peores condiciones en el distrito 90, ya que la presa El Granero tiene apenas el 13% con 38 millones de m3.
Si llueve de aquí a septiembre habrá esperanza, pero depende de cuánta lluvia y dónde se dé, para que se recuperen esas presas. Recordemos que en 2020 se entregó el agua para salir de la deuda acumulada de dos quinquenios con los Estados Unidos. Ahora depende de la lluvia, porque si quieren entregar la cuota del Tratado de 1944, que corresponde a Chihuahua de 225 millones de m3, no hay de dónde.
Lo que se puede sacar de las tres presas no alcanza, solo que la saquen con bombas de La Boquilla cuando lleguen a la escotilla, que preserva el mínimo estipulado de 480 millones de m3, llevándosela por supuesto a la fuerza y nunca sin otro zafarrancho. Pero mejor, pidamos a Dios el agua de lluvia, y si no, la gente defenderá, como pueda, sus derechos de utilizarla.
Conagua carece de la capacidad (por presupuesto) y de voluntad (por política) de ayudar en el corto plazo; es más, nadie tiene presupuesto, todas las dependencias del gobierno han tenido recortes para mandar recursos a las obras emblemáticas del presidente.
Todos sabemos que la manera de que el agua que llueve pudiera rendir más y hasta puede que alcanzara para esa cuota anual del Tratado, sería colocando sistemas de riego, encementando los canales de distribución y en algún momento revisar qué se puede hacer técnicamente con la cuenca, por lo menos hasta la llamada “junta de los ríos”, para que no se desperdicie tanta agua anegando las parcelas.
Pero no soñar con subsidios. La problemática de 2020 tiene vetados a los ciudadanos de la región centro sur del estado y de Ojinaga. El presidente no olvidará en lo que resta de su mandato la afrenta de defender con uñas y dientes el agua con el costo de una vida y la del esposo con daños permanentes de un matrimonio que nada tenía que ver con el movimiento, a manos arteras de la Guardia Nacional.
Se comenta que la crisis ha llegado al extremo de que una simple noria no tiene agua ni para uso doméstico de poblados de agricultores, ni para las fosas sépticas de sus hogares. Lo único que le queda a la gente que vive de esa actividad es rezar para que llueva; del Gobierno Federal no hay nada que esperar.