Raúl Ruiz.- Los potosinos somos proclives al arte, a la cultura, a las letras. Hijos de Francisco González Bocanegra; Ponciano Arriaga; Manuel José Othón; José de Jesús Silva Herzog, abuelo de Jesús Silva-Herzog Márquez.
A mi generación le tocó abrirse paso bajo la cultura del esfuerzo y formarse en talleres de estudio abiertos; de universidad pública. Sin embargo, como en todas las sociedades, hay privilegios para los recomendados, los hijos de papi o los que abiertamente lamen suelas de los hombres del poder para beneficiarse.
Uno de ellos es Enrique Márquez Jaramillo, quien sigiloso y reservado fue escalando con facilidad los estamentos del poder y consolidar una carrera como escritor “reconocido”, investigador literario y recientemente funcionario diplomático.
AMBOS CURSAMOS LA CARRERA DE ABOGADO EN LA FACULTAD DE DERECHO EN LA UNIVERSIDAD DE SAN LUIS POTOSÍ, pero no todos tuvimos las mismas oportunidades para formarnos intelectualmente en espacios de preeminencia, y Enrique siempre gozó de privilegios como pocos en el país.
Su amistad con el poeta potosino Félix Dahuajare y los gobernadores Fernando Silva y Horacio Sánchez Unzueta, lo llevaron a estudiar a París, conocer y tratar a personajes de talla internacional, viajar por 17 países.
Su trayectoria le llevó a acumular cierta fortuna que le ha permitido vivir más holgado de lo que ha podido estar cualquiera de sus colegas contemporáneos, con casa en CDMX y dos más en París. Educación para los hijos en el extranjero y otras prebendas.
No envidio su posición. Sin ser zalamero, adulador, ni alquilar la pluma al mejor postor, vivo con la comodidad elemental o en la estrechez que le corresponde al que no baja la testa ni se pone de rodillas, más que al creador. ¡Y vivo feliz!
Se las merezca o no, sus posesiones y utilidades las ha disfrutado, desde los medianos setenta hasta la fecha. ¡Bien por él. No me molesta!
Sin embargo, al menos cuatro años, ha succionado del erario en el régimen obradorista, bajo el cobijo del canciller Marcelo Ebrard Casaubón, y ahora, en vísperas de las elecciones internas para definir candidato presidencial, pretende deslindar su “linaje” conservador, de la porquería que significa para él y sus correligionarios, la 4T.
Saltó al vacío por si su corcholata no fuera seleccionado como candidato y diera el brinco a una opción adversaria a Morena. ¿Tendrá información privilegiada que lo hace suponer tal pirueta política?
Sus dos recientes artículos en El Universal puntualizan un deslinde anticipado, fuera de tiempo, que posiblemente le permitirá dar el salto de la muerte, hacia atrás, al conservadurismo que nunca abandonó y caer en blandito, por si su protector traicionara al presidente López Obrador y le jugara las contras en el 24.
Tendré que enmendarle la plana a mi engreído paisano contemporáneo, con la autoridad que me dan 25 años de analista político, asesor de imagen en medios y autor de 7 libros, publicados con mucho esfuerzo sin la ayuda del gobierno.
Le digo que sus textos, plagados de calificativos y de imágenes retóricas, bellamente aderezadas con el discurso atronador de quienes antes que él han buscado su Golpe Blando, carecen de elemental estudio o investigación suya para pontificar como lo hace.
Desde siempre tuvo un desprecio por los de abajo, los ‘sin nombre’, diría Galeano. En los 70, allá en San Luis, se refería despectivamente a los colectivos de arte de muy escasos recursos como Los Zopilotes; El Rinoceronte Enamorado; los poetas en ciernes Miguel Ángel Aguilar y su hermano Hugo Lázaro, entre otros.
Hoy, tenemos un baluarte en Argentina, de mayor calado que Enrique, reconocido internacionalmente: Fernando Buenabad, quien fuera miembro de estos colectivos a quien se ha referido tan despectivamente Enrique Márquez Jaramillo. De pensamiento liberal, formación obviamente marxista y congruente con la realidad que priva en México y América Latina.
Si Enrique hubiera bajado un poco de su poltrona y echado un vistazo más objetivo a su entorno, habría comprendido cómo se produjo la escalada social que construyó Andrés Manuel, merced a los latrocinios de los regímenes que le dieron mamandurria durante décadas.
Hablar de… “el gobierno de un solo hombre”… o de “una sociedad, a veces amante seguidora de los espejismos sin horizonte o sin nada más que el canto de la esperanza”, es aventar ampulosa elocuencia sin soporte social.
Discurso fofo, intrascendente, que solo es música para los oídos de su estofa. De la derecha más rancia, sucia y vulgar. Para pontificar en México hay que nadar entre la pestilente nata que nos dejaron los regímenes anteriores y salir a campo abierto a hacer propuestas para reconstruir el país que necesitamos.
Y desde luego, conocer el tema político. Él no lo domina, su idea es permanecer como INTELECTUAL ALCAHUETE.
Hay diferencias. Antonio Gramsci les decía intelectuales orgánicos a quienes arrastraban lápiz para los poderosos (también los emergentes tienen “intelectuales orgánicos”). Márquez sería un “intelectual tradicional”, porque un “intelectual orgánico” realiza tareas de hegemonía del bloque histórico ya establecido o de un nuevo bloque histórico; y Márquez no hace nada de eso.
Ya hay muchos contra la 4T. Una voz más tendría que ser verdaderamente resonante, potente, enérgica, vigorosa, convincente, con argumentos irrebatibles, no remedos de lo dicho ya, sin eco; pleno de inconsistencias. ¡Por sus textos los conoceréis!