Dr. Arturo Castro.- La política es el medio para servir a la sociedad en relación a la representación legislativa, la prestación de servicios públicos y la administración de la ciudad, aunque pueda ser un pueblo de cualquier tamaño.
La dedicación refiere estar de frente a una ética que raramente se ve; el político tradicional ha ido desapareciendo para dar lugar a líderes comunales, artistas o empresarios, quienes sin saber qué hacer, lo hacen pensando en tener la razón de cualquier tema, sin saber lo que es.
La interpretación política de las actividades propias, cada quien las define como ciertas, dejando atrás aquello de que política significa lo relativo a la ciudad dada su etimología; sin embargo, cada quien tiene su versión sobre las mejores acciones a ejercer.
La esfera política no es muy diferente a la religiosa, ambas son de poder y dominación social, acusando sin ver que son la ocasión, diría Sor Juana Inés de la Cruz, al igual que ejerciendo las ideas sobre las acciones, las palabras sobre los hechos.
Martín Lutero fue un teólogo protestante alemán del siglo XIV frente a las formas y manejo de la Iglesia Católica, respecto a la fe y los dogmas que iban más al dominio social que a las creencias religiosas.
En su tiempo luchó contra el pago económico a cambio del perdón de Dios ante posibles faltas en la vida de las personas, protestó ante el Vaticano ocasionándole múltiples problemas. Defendía la causa basada en la fe y no en el castigo divino físico y multilateral.
La política sufre el mismo mal. El gobernante en turno decide el tema y el camino, el destino del presupuesto y a quienes comprar insumos, hoy sin el programa llamado compranet, esto es de la novedad digital, de nuevo al papel y al folder, sin duda esto no deja transparencia.
Es claro que deja menos rastro en la selección del proveedor, al igual que la Iglesia Católica que recibe diezmos sin recibos y dinero en efectivo en las canastas de la misa matutina, dejando atrás las monedas de los estacionómetros de cualquier gobierno municipal que no registran más que la contabilidad de las manos que las cuentan.
Para Martín Lutero la libertad del hombre no existía, solo el designio de Dios sobre su vida. Para el gobernante presidente, decide perdones y culpabilidades desde su atrio mañanero sin saber que el cuestionado de la semana es su hermano de sangre.
La política de Lutero y la del gobierno de México es la misma, es de una total dominación en base a creencias ideológicas sin tomar en cuenta lo material, que al final de cuentas es lo que cuenta y lo que cuesta.
Tener un buen gobierno no es resultado de la decisión electoral, al igual que una buena integración a la religión del bautizo personal; la responsabilidad es de quienes dirigen, que tienen capacidades y debilidades, aprecios, fobias, muchas historias y mentiras verdaderas por contar.