Senador Rafael Espino.- El cambio climático es sin duda la mayor amenaza medioambiental a la que hoy en día se enfrenta la humanidad. Si bien es cierto que la variación del clima en nuestro planeta puede darse de formas naturales, se ha observado que las actividades humanas son la principal causa de su alteración.
La fracción IV del artículo 3 de la Ley General de Cambio Climático, lo define como la variación del clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana, que altera la composición de la atmósfera global y se suma a su variabilidad natural, observada durante períodos comparables. Esta definición, acertada desde nuestro punto de vista, parte de la ampliamente aceptada de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC).
Fue en el año 1896, la primera vez que se dio cuenta científica del fenómeno mediante los trabajos de investigación del científico sueco August Arrhenius, quien con su ensayo denominado “La influencia del ácido carbónico en el aire sobre la temperatura del suelo” alertó sobre el impacto del bióxido de carbono (CO2) en la atmósfera y su relación con el aumento en la temperatura. El profesor Arrhenius, a la postre premio Nobel de química, atribuyó a los combustibles fósiles como la causa principal de un futuro calentamiento global.
Fue hasta finales de la década de los ochenta e inicios de los noventa, en que líderes mundiales incluyeron en sus agendas políticas al calentamiento global como una amenaza para el planeta. A partir de esos años se advirtió del peligro que podía representar y de la importancia de que, en cooperación mundial, se adopten medidas correctivas y sobre todo preventivas.
La más relevante fue sin duda la creación en 1988 del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), por iniciativa de la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
A finales del siglo pasado, comenzó a concebirse al calentamiento global como una causa importante del cambio climático, relacionando a estos términos el de “efecto invernadero”, que es un fenómeno natural por el que ciertos gases que componen la atmósfera retienen parte de la energía solar reflejada por el suelo, absorbiéndola y transformándola en un movimiento molecular interno que produce un aumento en la temperatura.
Los gases de efecto invernadero derivados fundamentalmente de la quema de combustibles fósiles (carbón, gas natural y petróleo), usados para la generación de electricidad, transporte, calor e industria, han aumentado significativamente en la atmósfera (50% entre 1990 y 2018) provocando un aumento de 1.2°C con respecto a las temperaturas del siglo XIX.
México ocupa el decimosegundo lugar entre los países que más producen emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global y desafortunadamente ha incumplido en los últimos años con sus metas nacionales y compromisos internacionales en la materia.
Las consecuencias del cambio climático son múltiples y muy nocivas, tales como la destrucción de los ecosistemas, deforestación, desertificación, sequía, derretimiento de los polos y aumento del nivel del mar, ciclones tropicales, lluvias torrenciales, extinción de flora y fauna, entre otros.
Por lo anterior, próximamente estaremos promoviendo una modificación a la Ley General de Cambio Climático, con el objetivo de definir a la emergencia climática como un tema de seguridad nacional y dotar en su caso al Ejecutivo federal de facultades suficientes para enfrentarla en forma ágil y efectiva.