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Tiempo para cosechar

Las diferentes fuentes de información a las que tienen acceso las nuevas generaciones, son elementos que pueden desvirtuar los valores si estos no están arraigados en la educación del hogar, los niños y las niñas deben aprender a discriminar lo bueno de lo malo y esto solo se puede conformar en el calor humano del hogar

Jorge Quintana.- La niñez se emplea en el aprendizaje y el juego, se prepara a los niños para iniciar el paso por la vida y los padres, los buenos padres, aprovechan las distintas experiencias para que los hijos vayan conociendo los retos de vivir en comunidad y es el momento en que la educación se desarrolla en el seno del hogar.

A la escuela le corresponde el rol de la instrucción y la enseñanza, dotar de herramientas de aprendizaje y desarrollo de actitudes e intereses para el conocimiento.

Desde el nivel preescolar o jardín de niños, la meta fundamental es aprender jugando, desarrollo de habilidades psicomotrices y los primeros pasos en la socialización, preparando a los infantes para asumir el sistema educativo en los niveles subsecuentes, equipados con las herramientas necesarias para aprehender, para adquirir conocimientos y destrezas que sean útiles y eficaces para ir formando su perfil de ciudadanos comprometidos con su familia y su comunidad, mismo que estará permanentemente actualizándose todo el resto de la existencia.

La educación sirve para hacernos mejores, para saber que el conocimiento es para completar nuestro carácter y, sobre todo, para ir conformando a la sociedad futura.

Cuando una persona elige la carrera que tendrá como resultado final la profesión que se consideró como punto de arranque de la vida productiva, define en gran parte su vida futura, por lo que la orientación vocacional y profesional se convierten en estrategias fundamentales en la formación de esos nuevos profesionistas que deberán enriquecer el capital social de la comunidad.

El problema de entregar a la escuela a los niños para que se les eduque, es confundir la función de la institución y el hogar: la primera instruye, el segundo educa.

Los valores fundamentales, la tolerancia, la justicia, la templanza y la fortaleza pertenecen a la esfera familiar; ahí aprendemos el respeto, el orden, la disciplina; en una palabra, aprendemos a conducirnos por el camino correcto.

En la escuela nos formamos, adquirimos conocimientos para transformarnos y trasformar la vida. Aprendemos a ser integrantes activos de la sociedad y a coadyuvar a la consecución de la paz y la tranquilidad social.

Las diferentes fuentes de información a las que tienen acceso las nuevas generaciones, son elementos que pueden desvirtuar los valores si estos no están arraigados en la educación del hogar, los niños y las niñas deben aprender a discriminar lo bueno de lo malo y esto solo se puede conformar en el calor humano del hogar.

Lo que se deja de informar en casa, puede fácilmente ser deformado en las redes sociales o en otras fuentes de información, por eso es aconsejable, estar al pendiente de lo que consultan y de lo que acceden los niños, porque el reto de su vivir diario es más complejo y agresivo para que se pueda procesar por su capacidad intelectual.

Luego vienen las disculpas, los arrepentimientos y las justificaciones, por aquello que no prevenimos o dejamos de hacer, no solamente como padres, sino como sociedad.

El momento de cosechar buenos frutos o solo abrojos es en gran parte responsabilidad de los padres y en segundo lugar de la sociedad.

La escuela instruye, el hogar educa.

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