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Miseria y opulencia de la sociedad

La pobreza impera sobre la riqueza, dejando a las clases medias como un sector de emprendimiento que le deja ambas experiencias

Dr. Arturo Castro.- Con interés pero sin información se observa la composición del aparato social a través del tiempo, una vida en conjunto que inició comunalmente durante la prehistoria, un auténtico comunismo en donde todos eran iguales, comían y vestían sin distinción.

Siempre se ha pensado en el desarrollo personal sin darse las condiciones principalmente emocionales para tal efecto, el hombre parece que tiene la necesidad de ser dirigido, le quita responsabilidad y en todo caso preocupaciones, las diversas clases sociales viven la vida a plenitud.

Los que tienen son felices porque tienen y los que no, también, porque no conocen aquello que nunca han tenido; es el caso del conocimiento, si los padres de familia no lo tienen, los hijos igual serán carentes del mismo, no tiene el valor de la cuota del camión urbano que lo lleva a su casa o al trabajo.

La pobreza impera sobre la riqueza, dejando a las clases medias como un sector de emprendimiento que le deja ambas experiencias, se dice mucho acerca de la responsabilidad gubernamental en el desarrollo de los pueblos, sin permitir que es el enfoque personal quien realmente lo define.

Pedir trabajo es totalmente diferente a pedir limosna, el primero rinde frutos sobre el esfuerzo realizado, el segundo es la dádiva que sin merecer llega, que tremenda situación diría el trovador Facundo Cabral, que como ciudadano del mundo descubrió mil formas de vivir.

La sociedad necesita líderes prácticos, serenos y cuidadosos, que compartan el interés humano por el estudio y el trabajo, que entiendan que a nadie le falta nada, porque la costumbre se hizo ley, la felicidad es algo innato que se vive en el castillo y en el barreal.

El testimonio de la historia es recurrente, siempre la dependencia social ha tenido el complejo de Edipo, de aquel manto protector que le permite la holganza y el desinterés, entonces la miseria y la opulencia tienen una barrera psicológica que no se logra vencer a pesar de los grandes hombres y mujeres que han luchado por los derechos humanos con el costo de su propia vida.

El reconocimiento no está en duda ya que son de todos conocidos, fueron vidas ilustres castigadas por el rencor y la envidia de otros líderes enfermos de poder frente a una sociedad intacta en su momento y que rinde homenajes posteriores sin ver que son la ocasión de lo mismo que culpáis.

La memoria social ha brindado grandes expectativas que solo quedan en seguir la vida igual, los mismos pobres con los mismos ricos, la misma clase media futbolera de fin de semana que perdiendo o ganando disfruta al por mayor.

Los nuevos tiempos continúan creando mitos que van de héroes desconocidos hasta chamanes de cualquier religión, es la historia del hombre que cree en alguien más, sin saber que el mismo representa el cambio para una verdadera transformación.

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