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Los cochineros: Crónica de un Estado buqueado

Raúl Ruiz.- En la república de los blindajes discursivos y los suicidios oportunos, el Vicealmirante Salvador Camargo Vivero ha decidido zarpar. No en uno de los veinte “huachibuques” que descargó con la gracia de quien bendice el contrabando, sino en el discreto navío del exilio voluntario. Se queda sin amparo, pero con la brújula bien calibrada: lejos de México, lejos del escándalo, cerca del olvido.

La Marina, otrora símbolo de honor y disciplina, hoy navega en aguas turbias. Tres marinos muertos, uno con el sello clásico del “suicidio misterioso” (ese que llega justo cuando el expediente empieza a hablar) y una presidenta que responde con la elocuencia del silencio. ¿Será que el uniforme blanco ya no es garantía de limpieza?

Pero el verdadero espectáculo no está en el muelle, sino en el teatro político. “Santo”, testigo protegido de la FGR, ha soltado una bomba con nombre de pila: uno de los hijos de AMLO, presuntamente proveedor de protección para la red de huachicol fiscal. ¿Será que el nepotismo también tiene combustible propio?

O el caso de José Luis García Morales, desaparecido el 1 de septiembre pasado y encontrado sin vida días después.

Mientras tanto, en Tabasco, el general Miguel Ángel López es relevado, justo cuando el caso Bermúdez empieza a oler a pólvora.

Bermúdez, ese exsecretario de Seguridad que parece más bien secretario de encubrimientos, podría ser la llave que abra la puerta del verdadero capo: Adán Augusto López. Eso se dice, falta mucho para que esto pueda descubrirse.

¿Coincidencia? En México, las coincidencias suelen tener padrino político. Y hablando de padrinos, el fiscal Gertz Manero ha declarado que mientras no se detenga al “abuelo” conocido también como el “comandante H”, no se citará a Adán Augusto.

Es decir, el sistema esperaba que el capo se entregara voluntariamente, con identificación oficial y comprobante de domicilio, antes de molestar al senador. ¡Qué considerado!

La presidenta Sheinbaum, por su parte, niega todo. Incluso que Rubio considera a Adán Augusto como… “Personaje de interés”. Niega que el relevo militar sea castigo, niega pruebas contra la diputada Hilda Araceli Brown de estar implicada con “los mayitos” y niega, con admirable consistencia, que el Estado huela a narco.

Pero la especulación crece, como la humedad en los muros del Palacio Nacional. Y si no ordena una investigación a fondo, no será la oposición o el gobierno de Donald Trump quien la acuse de comandar un narcoestado: será la lógica.

Porque en este país, donde los buques descargan diésel ilegal como si fueran tamales en feria y los altos mandos se suicidan con precisión quirúrgica, la única certeza es que los cochineros no se limpian con discursos. Se limpian con justicia. O con fuego.

Tipología de los Cochinócratas del Huachibuque

1. Los Buqueadores

Alias: Los Almirantes del Abismo.

– Perfil: Altos mandos navales que condecoran el contrabando como si fuera maniobra táctica.

– Símbolo: Ancla oxidada con billetes enrollados.

– Narrativa: “No vimos nada, pero descargamos todo.”

– Función: Garantizar que el diésel ilegal fluya como agua bendita por los ductos del Estado.

2. Los Blindadores Discursivos

Alias: Los Negadores Profesionales.

– Perfil: Presidentes, fiscales y voceros que niegan hasta el clima.

– Símbolo: Micrófono con silenciador.

– Narrativa: “No hay pruebas, sólo buques llenos de coincidencias.”

– Función: Convertir el escándalo en rumor y el rumor en olvido.

3. Los Huachihijos

Alias: Herederos de la Protección.

– Perfil: Vástagos de poderosos que aparecen en carpetas como fantasmas con fuero.

– Símbolo: Certificado de impunidad con firma paterna.

– Narrativa: “Mi apellido no trafica, sólo acompaña.”

– Función: Proveer cobertura simbólica y logística a las redes del huachicol fiscal.

4. Los Capos Camuflados

Alias: Gobernadores con vocación de sombra.

– Perfil: Políticos que operan como jefes de plaza, pero bailan como demócratas.

– Símbolo: Banda presidencial con manchas de diésel.

– Narrativa: “Yo sólo gobernaba, no sabía que el Estado era una gasolinera.”

– Función: Ser el verdadero centro de gravedad del crimen organizado institucional.

5. Los Testigos Santificados

Alias: Los Santos del Expediente.

– Perfil: Informantes protegidos que revelan verdades incómodas con nombres propios.

– Símbolo: Biblia con anexos judiciales.

– Narrativa: “Yo vi todo, pero sólo hablaré si me canonizan.”

– Función: Desestabilizar el relato oficial y abrir grietas en el blindaje discursivo.

6. Los Marinos Mártires

Alias: Los Silenciados del Sistema.

– Perfil: Elementos que mueren en circunstancias “misteriosas” justo antes de declarar.

– Símbolo: Medalla al valor con cinta de luto.

– Narrativa: “Se suicidó con precisión institucional.”

– Función: Recordar que, en el Estado profundo, la verdad cuesta la vida.

7. Los Fiscalizadores de la Espera

Alias: Los Gertz del Suspenso

– Perfil: Fiscales que postergan la justicia hasta que el capo se autoinculpe.

– Símbolo: Reloj sin manecillas.

– Narrativa: “No hay prisa, el narco también tiene derechos.”

– Función: Administrar la impunidad con burocracia zen.

Perdón, me está ganando la ironía del fin de semana.

Telón

Ahí va el cerrojazo. La Prospectiva no predice, pero sí incomoda.

La Ciencia de la Prospectiva, esa prima incómoda de la futurología, no se dedica a leer el café, sino a mapear escenarios posibles, plausibles y preferibles.

Su método: detectar señales débiles, analizar tendencias y construir futuros alternativos que revelen las trampas del presente. No dice “esto va a pasar”, sino “esto podría pasar si seguimos jugando al mismo guion”.

Y en este melodrama político, la Prospectiva nos ofrece tres finales tipo Televisa, cada uno con su propia carga simbólica y su respectiva advertencia:

Final 1: El coro canta

El detenido, harto de cargar solo el piano, decide soltar la voz. Revela nombres, pactos, cenas discretas y transferencias opacas. El escándalo escala y los protectores caen como fichas de dominó. Este final es el más lógico desde la teoría de juegos: cuando el costo de callar supera el de traicionar, el canto se vuelve estrategia.

La Prospectiva dice: Este escenario abre grietas en el sistema, pero también activa mecanismos de resiliencia institucional. El futuro se reconfigura, no sin dolor.

Final 2: El mártir funcional

El detenido se convierte en chivo expiatorio. Se le construye una narrativa de “lobo solitario”, se le atribuyen móviles personales y se le encierra con discreción. Las aguas se calman en la superficie, pero debajo siguen turbias.

La Prospectiva dice: Este escenario perpetúa el ciclo de simulación. El futuro se estanca, se maquilla, se administra. La verdad se convierte en un lujo narrativo.

Final 3: El silencio absoluto

El detenido aparece muerto. “Suicidio”, diría el parte oficial. Las preguntas se multiplican, pero las respuestas se clausuran. Este final es el más oscuro, el más temido, el más eficaz para cerrar bocas.

La Prospectiva indica: Este escenario genera trauma colectivo, erosiona la confianza y activa dinámicas de resistencia simbólica. El futuro se vuelve terreno de duelo y de memoria.

¿Y ahora qué? 

La Prospectiva no elige el final, pero nos obliga a mirar el guion completo. Nos recuerda que cada desenlace es también un nuevo comienzo y que el futuro no se espera: se diseña, se disputa, se encarna.

Epílogo: La Tragedia Prospectiva en Tres Actos

En México, mientras los relojes se derriten como en un cuadro de Dalí y los rumores se pasean con sombrero de copa, el telón cae. El público no aplaude: murmura. El pueblo sabio registra el eco de tres futuros posibles, cada uno con su propia música de fondo y su respectiva advertencia ética.

Acto I: El Canto del Delator

El detenido, convertido en tenor de la ópera judicial, entona una aria que sacude los cimientos del poder. Nombres, fechas, favores.

La partitura se vuelve coral: caen protectores, se reescriben alianzas. México celebra, pero sabe que la verdad cantada no siempre es la verdad completa. 

El futuro se abre, pero con cicatrices visibles.

Acto II: El Chivo de Tabasco

La narrativa oficial lo encierra en una celda simbólica. “Fue él, sólo él”, repiten los voceros. El expediente se cierra con cinta adhesiva y olor a humedad. El país aprende a convivir con la turbiedad. El futuro se administra, pero no se transforma.

Acto III: El Silencio Terminal

Una madrugada, el cuerpo aparece sin vida. “Suicidio”, dictan los peritos. Las preguntas se multiplican, pero las respuestas se archivan. El Salón enmudece. La clase política guarda luto, pero también prepara máscaras nuevas.

El futuro se vuelve duelo y el duelo se vuelve resistencia.

Y así termina esta entrega de la tragicomedia a la mexicana.

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