Alejandro Zapata Perogordo.- Para desgracia de todos nosotros, la administración sexenal saliente deja el país hecho un desastre. Cuando López Obrador asumió el cargo, en el 2018, las cosas no estaban bien; sin embargo, ahora que concluye su gestión, haciendo un balance objetivo, la merma es evidente.
Faltan pocos días para concluir su mandato, suficientes para continuar atropellando hasta el final a las instituciones, se aferra en dejar una herencia de odio y rencor, sostenida con un régimen autoritario.
Está decidido a acabar con lo poco que queda, su afán de controlar el Poder Judicial es un perverso despropósito, sin parangón alguno, rompe los equilibrios y pavimenta el camino a un presidencialismo totalitario. Es retornar al pasado que habíamos superado, solo que ahora más agresivo.
También se adjudicó la facultad de exonerar a cualquier delincuente de manera discrecional; es decir, cuando le venga en gana puede sustraer de la acción de la justicia a cuanta persona se le ocurra.
En cuanto a la máxima institución jurídica para la defensa de los particulares en contra de las arbitrariedades de las autoridades, como es el juicio de amparo, también le metió mano, limitando sus alcances en contra de la suspensión de leyes, limitando sus alcances en perjuicio de los justiciables.
Desmanteló el sistema de salud que, si bien no era perfecto, funcionaba. Este es un rubro muy sensible para un importante segmento de la población que la destinó al desamparo, sin acceso a atención médica ni a medicinas.
La estrategia en materia de seguridad ha sido un verdadero fracaso, las ejecuciones rebasan cualquier otro sexenio, vivimos en una constante guerrilla, sin ningún respeto a los más elementales derechos humanos. En esta administración la delincuencia organizada ha vivido sus mejores tiempos, gozando de impunidad y libertad para hacer de las suyas.
Es penoso observar en este punto cómo el gobierno norteamericano nos perdió la confianza, aspecto notorio derivado de la captura del “mayo” Zambada, episodio que, a decir del propio presidente, fue completamente ajeno, sin contar con información de los vecinos.
Seguramente están conscientes de que son comunes las filtraciones en este país, a grado tal que hasta un policía era guardaespaldas del capo. ¿Qué podían esperar?, más ahora que esas organizaciones delincuenciales son los grandes electores.
Perdimos el prestigio en el exterior, nadie nos toma en serio, abandonamos la tradicional postura para defender los derechos humanos y nos acercamos al bloque de las dictaduras.
Nos prometieron que no subirían el precio de las gasolinas; que no iban a mentir, tampoco a robar y menos traicionar. El crecimiento seria del cuatro por ciento anual, no habría deuda y no se tolerarían prácticas de corrupción.
Nada más falso. Estos seis años estuvieron llenos de privilegios, con una galopante corrupción, comenzando por los de casa; la inflación no es tal, solo son ajustes; no existe opacidad, únicamente reservas de información; la libertad de expresión está garantizada, siempre y cuando no contradigan al presidente, porque entonces son paleros.
Es una larga y oscura noche, una pesadilla que aún sigue azotándonos, esperamos que en estas ruinas que deja no se siembre más escombro.