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La revancha

Dr. Fernando A. Herrera M.- Andrés Manuel López Obrador puede ser el único político que haya logrado saciar sus rencores. No sé si superarlos, que no creo, pero en cobrar venganza sí le ha ido muy bien. Hasta en la familia cobró cuando creyó que le debían.

Lejos quedaron sus andanzas en Tabasco; primero al interior de su familia, luego de un largo, muy largo periodo para lograr un modesto título. Después, sus fechorías tomando pozos petroleros, para dejar a la gente embarcada por sus “graciosas” huidas.

Lejos también quedaron sus desacuerdos con lo más granado de la izquierda que no lo aceptaba como heredero de Cárdenas, pero, aun así, lograría tomarlo con la ayuda, por torpeza política, de Vicente Fox para lograr ser el candidato a Jefe de Gobierno de la Ciudad de México por seis años.

Luego libraría un desafuero por desacato a una orden judicial, también por ausencia de pericia y visión política del todavía presidente Fox, de donde salió bien librado.

Después vendría a ser candidato a presidente la primera de las tres veces, hasta conseguirla en 2018. Lejos de olvidar cada complejo, fracaso y ambición. Una vez el camino empedrado, empezó su vendetta, cobrando cada factura a quienes creía que se la debían y ejerciendo el pernicioso poder según sus intereses para perdonar al que se doble, como fue el caso de los Yunes de Veracruz, Javier Corral, el sátrapa de Chihuahua, y muchos otros exgobernadores y políticos que le entregaron su alma para librar las auditorías y sus consecuencias y alcanzar un exilio dorado como embajadores o cónsules.

AMLO logró apoderarse, como todos, del Poder Ejecutivo. Sometió, como sus antecesores, al Poder Legislativo, pero fue más allá al destruir el concepto República entendida como la división de poderes y se abrogó, de manera tramposa, al Poder Judicial, para convertirse en el hombre más poderoso del reino.

En otro plano, su pupila y sucesora no da visos de emancipación, ni de pretensiones de gobernar, cayendo en la abyección de mandar señales diarias de sometimiento, miedo y obediencia ciegas.

Con todo, el país está en riesgo, no de que se lo acaben, pues de explotarlo ya van 500 años y no han podido.

En realidad, el miedo es a perder tiempo para avanzar como sociedad porque el retraso es obvio, palpable y catastrófico.

Por supuesto, hay quienes, la mayoría, por cierto, que no lo ven y se conforman con un plato de lentejas.

Pobre México, tan cerca y tan lejos de Dios. Cerca por la creencia de su pueblo. Lejos, por el ateísmo corrupto de sus políticos.

¿Lamentarnos? No, ¿para qué? Es lo que ha elegido la mayoría. Así que con pan comamos.

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