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La muerte de Eva Perón: los últimos días de una mujer que marcó a Argentina

BUENOS AIRES- Eva Perón murió con 33 años pero ya consolidada como una de las mujeres más importantes de la historia argentina. En diálogo con Sputnik, el historiador Felipe Pigna explicó que Evita revolucionó la relación con las clases populares, al punto de de que sus detractores hicieron lo imposible por desaparecer su cadáver.

La muerte de Eva Perón, ocurrida el 26 de julio de 1952 cuando la entonces primera dama argentina tenía tan solo 33 años, podría haberse evitado si no fue por el compromiso que la líder histórica del peronismo tenía con las clases populares de su país, recordó en diálogo con Sputnik el historiador argentino Felipe Pigna.

Es que, lejos de detener sus actividades a tiempo para afrontar un tratamiento efectivo contra el cáncer de cuello de útero que finalmente la mataría, ‘Evita’ prefirió dejar todas sus fuerzas en acompañar el Gobierno de su esposo, el general Juan Domingo Perón, y atravesar un proceso de radicalización de su discurso contra la oligarquía y las élites argentinas.

Pigna apuntó que Eva Perón sabía de la gravedad de su enfermedad desde principios de 1952, un año marcado por la asunción de Perón como presidente por segunda vez. Con menos fuerzas que las habituales, la líder peronista opta por concentrar sus audiencias en la residencia presidencial y ya no en la sede de la Fundación Eva Perón, a través de la que canalizaba la acción social del Gobierno argentino.

Su última aparición pública fue el 4 de junio de 1952, cuando acompaña a su esposo en la asunción del Gobierno. Si bien en un primer momento se intentó mantener su diagnóstico bajo reserva, su imagen demacrada fue alertando a los miles de militantes peronistas sobre el difícil momento de salud que atravesaba.

El historiador destacó como, a contrapelo de sus dolencias, Evita aprovechó los últimos meses de su vida para plasmar sus ideas más fuertes en Mi Mensaje, su último libro, escrito en la etapa final de su vida pero que se mantuvo oculto hasta 1987.

“Es un libro durísimo en el que habla de los enemigos, de la Iglesia, del Ejército, de los grupos de poder. Es muy interesante porque advierte lo que puede llegar a pasar si cae el peronismo”, repasó Pigna.

Es que, a pesar de los dolores que la aquejaban, Evita parecía más preocupada por el futuro de su esposo, el Gobierno y las clases populares argentinas en caso de que ella ya no estuviera. En el discurso del 1 de mayo de 1952, apenas unos meses antes de morir, Eva da un discurso en la Plaza de Mayo de Buenos Aires en el que “advierte a la oposición golpista lo que puede pasar si se meten con Perón”. Al mismo tiempo, le pide a su esposo “que tenga cuidado porque lo que va a venir va a ser muy sangriento”.

Eva Perón, ya enferma, vota en el hospital
CC0 / Eva Perón, Otelo Borroni y Roberto Vaca. CEAL, Buenos Aires, pag. 72, 1970 /

“No se equivocó”, resume Pigna. En efecto, Perón sería destituido en 1955 por una cruenta dictadura cívico militar que se autodenominó Revolución Libertadora (1955-1958) y encadenó los gobiernos dictatoriales de Eduardo Lonardi y Pedro Aramburu. El historiador apuntó que el mismo Perón llegó a reconocer, en entrevistas desde su exilio en Madrid, que “si Evita hubiera estado viva en 1955 otra hubiera sido la situación”.

Eva Perón, una mujer con un poder inédito

Es que una de las claves para comprender el impacto que la muerte de Eva Perón tuvo en los argentinos es la relevancia real que había adquirido en la política del país. Si bien debió renunciar a su intención de acompañar a Perón como candidata a la Vicepresidencia en las elecciones de 1951, nunca dejó de ser una mujer fuerte en la interna del Gobierno.

“Eva manejaba dos sectores claves del Gobierno peronista: la asistencia social, a través de la Fundación, y la relación con la Central General del Trabajo (CGT). Ella era el vínculo entre la CGT y Perón, tenía reuniones periódicamente con la CGT al punto en que son ellos quienes lanzan su candidatura a la Vicepresidencia”, explicó Pigna.

Pero además, Eva Perón había logrado cultivar una relación particularmente afectiva con los sectores populares argentinos, a quienes denominaba ‘mis descamisados’ o ‘mis grasitas’. Pigna destacó que la líder peronista “hizo un proceso lingüístico muy interesante porque transforma en positivo lo que la oligarquía trata como un estigma”.

En efecto, mientras para las clases adineradas los términos ‘grasitas’ o ‘negritos’ eran utilizado despectivamente “se transforman en calificativos positivos en boca de Evita”. En definitiva, Evita consigue “transformar el lenguaje ofensivo en algo positivo”.

Además, hizo aportes clave en la incorporación de las mujeres argentinas a la vida política, tanto con la creación del Partido Peronista Femenino —una estructura política pensada como un espejo del Partido Justicialista pero reservado para mujeres— o su impulso al voto femenino, que fue habilitado por primera vez para los comicios de 1951.

Ese amor hacia el pueblo era recíproco y quedó en evidencia no solo durante el funeral, que duró 16 días y por el que pasaron, según se estima, unas 2 millones de personas, sino en las semanas anteriores a su muerte, cuando militantes de toda Argentina montaron capillas y altares populares en honor a Evita e hicieron todo tipo de promesas. Se consolidaba una casi santificación de la líder peronista que se consagraría luego de su muerte, cuando fue declarada oficialmente como ‘jefa espiritual de la Nación’, una denominación que nadie más ostenta en la historia argentina.

“Hubo muchas mujeres luchadoras pero no con poder como tuvo Evita. Ella además de ser una gran luchadora tenía poder. Ahí radica también la diferencia: fue una de las primeras mujeres en la historia mundial con un fuerte liderazgo pero también con una gran porción de poder”, reflexionó Pigna.

El miedo a Evita aún después de muerta

Según Pigna, para comprender la importancia que Eva Perón tuvo en la historia argentina basta con repasar “de cuántas personas en la historia de la humanidad el cadáver fue torturado, secuestrado y desaparecido durante 15 años”.

En efecto, tras el golpe de Estado de 1955, la dictadura puso en marcha un plan para hacer desaparecer el cadáver de Eva Perón, con la intención de que evitar que continuara siendo un símbolo de las luchas populares. El operativo, a cargo del jefe del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) Carlos Moori Koenig, sustrajo el cuerpo embalsamado de Eva de la sede de la CGT, donde descansaba, con la intención de sepultarlo clandestinamente.

Fotografía del velatorio de Eva Perón en 1952 en el Congreso de la Nación en Buenos Aires
© AFP 2022 / INTERCONTINENTALE / AFP

Sin embargo, algo sucedió en el medio. Un artículo de Felipe Pigna en su sitio El Historiador repasa que Moori Koenig comenzó a perder la cordura mientras tuvo el cadáver de Evita a su cuidado: primero lo llevaba a dar paseos por Buenos Aires en una camioneta, luego lo quiso tener en la casa junto a su familia y, al no poder hacerlo, lo mantuvo en posición vertical en su despacho del SIE. Según el historiador, el militar “manoseaba y vejaba” el cadáver de Evita.

Los actos de Moori Koenig llegaron a oídos de Aramburu, que decidió quitarle la custodia del cuerpo y puso en marcha otro operativo, esta vez para trasladarlo a Italia y sepultarlo allí. Con ayuda del capellán Francisco Rotger, el cuerpo viajó en el buque Conte Biancamano a Génova, donde fue sepultado bajo el nombre falso de ‘María Maggi de Magistris’.

El cuerpo sería descubierto en 1970, cuando la organización guerrillera Montoneros secuestró a Aramburu y lo obligó a confesar que el cadáver estaba en Italia. Otro gobernante de facto, Alejandro Agustín Lanusse (1971-1973) accedió a devolver el cuerpo a Perón, que se encontraba en Madrid.

Retrato del expresidente Juan Domingo Perón y María Eva Duarte de Perón
CC BY-SA 3.0 IGO / Numa Ayrinhac (1881–1951) / Museo Casa Rosada /

Perón volvió a Argentina en 1973 sin el cuerpo de Evita, que recién sería repatriado el 17 de noviembre de 1974 tras otra acción de Montoneros, que secuestró el cuerpo de Aramburu y exigió un canje de cadáveres. Desde ese momento, y con el aval de la viuda y entonces presidenta argentina María Estela Martínez de Perón (1974-1976), el cuerpo quedó en exposición en la Residencia Presidencial de Olivos.

Pero no sería el final del periplo del cuerpo de Eva. En 1976 Martínez de Perón fue derrocada por una nueva dictadura, esta vez bautizada como Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983) y nuevamente los militares al mando quisieron deshacerse del cadáver de Eva. Pigna recuerda en un artículo que el dictador Emilio Eduardo Massera propuso arrojar el cuerpo al mar —una práctica habitual con desaparecidos durante esa dictadura— pero finalmente se accedió a recluirlo en la bóveda de la familia Duarte en el Cementerio de La Recoleta.

Para Pigna, una de los elementos más llamativos de las vicisitudes del cadáver de Evita es el “temor” que los altos mandos militares le tuvieron “después de muerta a una chica de 33 años”.

El historiador remarcó que, 70 años después de su muerte, Eva Perón sigue siendo “una de las mujeres más importantes de la historia argentina”, especialmente por su aporte a los derechos de las mujeres, de los ancianos, de los trabajadores y el impulso a la salud pública.

“Eva ocupa un lugar muy importante y algo interesante es que gente que no es peronista le reconoce su compromiso, aunque no coincida con ella. Por supuesto que sigue habiendo odio, hay sectores que la odian y en algún punto es lógico porque lo que ella hizo los perjudicó”, apuntó.

En efecto, Pigna apuntó que Evita “fue la primera que denunció a las clases altas con tanta claridad, la primera que les quitó poder, la primera que produjo una redistribución de los notables ingresos que antes iban exclusivamente a las arcas de las grandes familias o grupos financieros”.

Sputnik

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