Raúl Ruiz.- En la novela “Ensayo sobre la ceguera”, José Saramago nos lanza a un mundo donde la gente pierde la vista sin explicación. No es una ceguera física, sino moral, ética, institucional. Una epidemia blanca que revela lo que ya estaba podrido.
Y en Juárez, parece que esa epidemia ha mutado: ahora se transmite por palmadas en la espalda, promesas huecas y reuniones de café con aroma a nostalgia priista.
Filiberto Terrazas: elegido de los ciegos
Desde 2014, Filiberto Terrazas ha sido magistrado. Un hombre de sangre liviana, como quien flota entre expedientes sin mancharse. Pero ahora, los viejos zorros —que ya no son ni zorros, sino fósiles con corbata— lo han convencido de que puede ser alcalde.
No cualquier alcalde: su alcalde. El mesías independiente que vendrá a unir a las cámaras empresariales, las iglesias, los sindicatos, los científicos, los deportistas, los jóvenes, los abogados, los maquileros… y si queda tiempo, a los que aún creen en la democracia.
Los arcaicos del poder
¿Quiénes son estos iluminados que ven en Filiberto al nuevo guía? Aquí el elenco de La Ceguera: versión Juárez:
– El Cura Canales, reliquia del viejo PRI, que aún cree que el voto se bendice desde el púlpito.
– Alejandro Loaeza, ex alcalde por unas horas, como quien alquila el poder por Airbnb.
– Adriana Fuentes, senadora suplente, que aparece en la política, radiante y bella, pero en el lado equivocado.
– Mireya Porras, regidora, que aún cree que el Cabildo es un club de té.
– Nacho Duarte, ex diputado, que confunde el Congreso con una sobremesa.
– Guillermo Dowell, reaparecido como quien regresa del exilio político con una bufanda de dignidad reciclada.
– Alejandro Cabada, hijo de don Arnoldo, heredero de apellido, pero no necesariamente de visión, sino de televisión.
– Y lo insólito… Máquina de fuego. Tratando de vender un costal de votos que le regala la perrada del norponiente.
Lavado cerebral con aroma a nostalgia
A Filiberto le lavan el coco con frases como: “Tú puedes ser alcalde, nuestro alcalde… nuestro alcalde.” Como si repitiéndolo tres veces se invocara el espíritu de la gobernanza. Le venden la idea de que será el factor electoral del 2027, como quien vende espejitos a cambio de votos.
Pero lo que no ven —porque están ciegos, claro— es que Juárez ya no es el tablero de ajedrez del PRI de los noventa. Es una ciudad que exige visión, no nostalgia. Que pide propuestas, no procesiones de fantasmas políticos.
Saramago y los ciegos con corbata
Saramago escribió que “si puedes mirar, ve. Si puedes ver, repara.” Pero estos personajes no miran, no ven y mucho menos reparan.
Están atrapados en una ceguera blanca, donde todo parece posible porque nada se cuestiona. Como los personajes de su novela, se mueven por instinto, por miedo, por costumbre. Y en ese mundo, Filiberto es el nuevo guía… aunque aún no sabe que lo están usando como bastón.
La ceguera de Saramago no es solo una metáfora: es una advertencia. Cuando el poder se ejerce sin ética, cuando se repite el pasado sin aprender de él, cuando se elige al candidato por docilidad y no por visión… entonces estamos todos ciegos. Y no hay bastón que nos salve.
¿Independiente?
Filiberto dice que irá por la vía independiente. Que si los juarenses lo desean, él los representará. Pero su independencia parece más bien una república de ilusiones, sostenida por los mismos que antes vendían candidaturas como quien vende terrenos en Marte.
¿Y si los organismos de la sociedad civil no se ponen de acuerdo? ¿Y si los jóvenes prefieren TikTok a las urnas? ¿Y si los científicos están ocupados en cosas más serias que la política local? Entonces, ¿qué queda?
Queda la ceguera. Queda el eco de los viejos zorros. Queda la esperanza de que alguien, algún día, abra los ojos.