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La bondad y la sabiduría del pueblo

Dr. Arturo Castro.- La táctica política no ha cambiado a través de las décadas. Van de dirigir con estrategias a los partidos políticos y a la sociedad en general. Los protagonistas son los mismos con siglas diferentes ya que se gobierna con el nacionalismo revolucionario.

Ideología impulsada en su momento por el Partido Revolucionario Institucional, cuyo origen histórico devino en un mejor país al que llegaron la democracia y la justicia social.

Hoy, desde Palacio Nacional se ha difundido la frase de “pueblo bueno y sabio” para corresponder al voto electoral de 2018 en el que ganó un movimiento político de la ruptura original del PRI y posteriormente del PRD.

El líder de este movimiento llegó a la Presidencia de México en una aspiración de décadas en la que pensaba sobre la existencia de un pueblo mediocre y lambiscón, comprado con despensas y bonos en efectivo para ejercer su título de acarreado.

Se conoce la forma de hacer política en el pasado y el presente, no refleja ningún cambio en el escenario del oficialismo y la oposición, parecen jugar un rol asignado por el sistema existente.

El gobierno de hoy ha cumplido con aquello de mandar al diablo a las instituciones, lo gritó en campaña y lo agendó al llegar al poder.

El liderazgo político en nuestro país se basa en la palabra diaria, en la persecución y en la acción coordinada, como nunca, de los poderes Ejecutivo y Legislativo para aprobar leyes fast track, cuya polémica es visible.

Leyes de interés personal del jefe del Ejecutivo que avala una parte de la sociedad y la reprueba otra más. Se menciona que es por la necesidad de nuevas estrategias que den lugar a una transformación del país que nadie entiende.

La sociedad despierta cada día alabando, desmintiendo y reprobando las políticas públicas, existe una gran división de intereses y de causales que dan lugar a mayores rupturas.

El pueblo bueno y sabio existe como verdad en las esferas de poder político. Es una frase que describe el agradecimiento por el voto ejercido y que próximamente ejercerá al renovarse el poder federal.

El título puede durar si MORENA gana las elecciones, de lo contrario pasará a ser un pueblo traidor que no merece nada. La sabiduría se gana con el esfuerzo del estudio y del trabajo, alcanzando la meta, es propiedad única e incuestionable de quien lo logró.

El conocimiento avanza progresivamente y cuando se tiene, no existe un mecanismo de reversa que lo quite, a menos que algunas de esas enfermedades mentales o corporales hagan alguna travesura de vida.

Los mexicanos ciertamente saben lo que quieren, en cualquier esfera social, tienen momentos de premiar o castigar a los políticos y a sus organizaciones, para votar no se requiere un gran conocimiento ante el deseo de sentir la importancia que deja el poder cruzar la boleta electoral.

El pueblo bueno y sabio es poco manipulable como tal, no así algunas personas, grupos u organizaciones que se venden al mejor postor. El pobre recibe lo que le dan y el rico invierte en varias opciones para no perder.

Es el juego que todos jugamos y que se justifica entre verdades y mentiras, entre el convencimiento real y el engaño. Las clases sociales viven cada quien a su manera con una espiritualidad guadalupana y un placer por el futbol soccer como distractor.

El pueblo bueno y sabio son los pobres de este país, aquellos que parecen manipulables, que aprecian las deidades, sobre todo cuando como que ven que se les toma en cuenta.

Las clases media y alta tal vez pertenezcan a esta distinción. La duda existe porque el gobierno solo dice primero los pobres, es la duda que dimensiona si se es sabio o no por decreto mañanero que algún día habrá de terminar.

Durante mucho tiempo hubo una oposición respetable y comprometida con la democracia, las ofensas fueron menores y el gobierno hizo su papel de aplicar una gobernanza sin rencores, salvo justicia necesaria en algunos políticos pecadores.

Hoy el gobierno aplica la llave quebradora que tuvo en sus años de gloria la lucha libre mexicana, a rivales conocidos y desconocidos, lo que produce un país polarizado que inició con la definición de chairos y fifís.

Una división que cotidianamente se muestra en el odio, la intimidación y las amenazas a los opositores, cuyo orgullo y vocación se encuentran maniatados a más no poder.

El pueblo bueno y sabio, el pueblo ignorante y el apático tienen la palabra en esta nueva jornada electoral en la que solo se pide sabiduría a la hora de ejercer el derecho constitucional del voto.

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