Rafael Espino.- Se conoce como el gasto de bolsillo en salud, al dinero que los ciudadanos desembolsan directamente para adquirir productos y servicios médicos, como resultado de la falta de acceso a servicios públicos en salud o a que estos resultan insuficientes para cubrir lo que se necesita. Su aumento lo provocan las fallas en el sistema de salud pública que obliga a los usuarios a buscar opciones privadas.
Según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) del 2024, durante el sexenio pasado, el gasto en salud de las familias mexicanas aumentó 41.4% en términos reales, con un alza de 116% en medicamentos y un crecimiento del 64.5% en los hogares que enfrentaron gastos catastróficos. La encuesta consigna que al 2024, aproximadamente 44 millones de personas carecían de acceso médico, lo que representaba más del doble que en el 2018.
La mejora expedita en los servicios de salud pública representa, sin duda, el mayor reto para la actual administración pública federal.
Múltiples titubeos en la gestión sanitaria de la administración anterior, representados primero por el desmantelamiento institucional del Seguro Popular, que había establecido un modelo de afiliación voluntaria y un financiamiento tripartito (federal, estatal y familiar), después por la creación y posterior desaparición del Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI) y finalmente por el reemplazo de este último y la transferencia de los recursos presupuestales de salud al programa IMSS-Bienestar, actual responsable de atender gratuitamente a las personas sin seguridad social.
El hecho es que la oferta original de atención gratuita y universal, sin mecanismos presupuestales que la sustentaran, derivó en una expansión nominal de la cobertura sin los recursos para garantizarla.
Otro gran problema que ha incrementado significativamente el gasto de bolsillo ha sido el desabasto de medicamentos y materiales de curación. Con la idea de abatir la corrupción, se centralizaron las compras en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y en la Secretaría de Salud, eliminando abruptamente la participación de distribuidores y gobiernos estatales, los que, sin desconocer problemas, eran quienes tenían la experiencia y aseguraban la provisión. Actualmente, las crisis de desabasto son recurrentes y uno de los principales motivos de queja de la ciudadanía.
El aumento en el gasto de bolsillo es un factor que agrava fuertemente la situación financiera de los hogares mexicanos y resulta ser muy regresivo en el combate a la desigualdad, por afectar más a quienes menos tienen. En promedio en el sexenio pasado se incrementó de $1,135 a $1,605 pesos trimestrales, un aumento real del 41.4%, obligando a los hogares más pobres a subir en un 83% lo que destinan a la salud, que representa al día de hoy hasta el 5.9% de sus ingresos en promedio.

