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Evaluación de la realidad, no de imágenes

Dr. Arturo Castro.- Las aspiraciones de la sociedad tienen la búsqueda insaciable de que se conviertan en realidades que le produzcan la satisfacción de llegar a logros y contribuir a sus condiciones de vida. La vida es un compromiso que atrae muchas posibilidades para ser mejores.

La condición de medir lo que se hace es necesario, desde cualquier ámbito privado y público sin dejar a un lado el ambiente familiar, es ineludible el recuento de los daños al igual que de las conquistas, en un marco de sinceridad sin contemplaciones de rudeza innecesaria.

El recuento individual frente asimismo es importante para poder revisar posteriormente la vida en sociedad precisando los diferentes campos de desenvolvimiento que incluye el trabajo, la educación, la recreación, la cultura y el amor, entre otros.

Desechar aquello que contamina, que no permite un desarrollo, esa influencia externa que busca un marco de frustración y desacato a los cánones establecidos. Lo que se busca evaluar es la propia realidad por sobre las imágenes que se presentan día a día.

Existen aquellos supuestos, mentiras, fake news que alteran la realidad de manera impresionante, sin embargo lo realmente importante es la historia que se vive en el presente para el análisis posterior, la que conocemos en el estudio y no por técnicas de rumor.

La historia que se vive ofrece el propio testimonio, la verdad de cada quien, aun considerando a los que con ideas enfermas procrean realidades extremas como la de Alonso Quijano convertido en todo un Don Quijote de la Mancha.

Los caminos deben hacerse con disciplina y respeto, con planeación que los dirija a buen territorio, revisando paso por paso sin dejar pasar los detalles, los momentos solitarios deben ser para reflexionar sobre el bien o el mal de lo cotidiano.

El examen de lo realizado produce resultados para refrendar o enmendar esos caminos elegidos, permite citar las aspiraciones y el producto mostrado en logros, además conocer los proyectos que no han llegado a concretarse por decisión unipersonal o factores externos.

Los resultados se construyen en base al trabajo, al mismo deseo de lograrlo, evadiendo las trabas del egoísmo y la ambición, de las limitaciones a las cuales se debe poner frontera. La realidad basada en verdades verdaderas cambia al individuo y a la sociedad.

El marco público tiene muchas imágenes, la mayoría son falsas al igual que las promesas que nunca se cumplen promoviendo el desdén de la sociedad a quienes se dedican a la política. El reto permanente de creer continúa vigente, la esperanza muere al último, aunque los logros nunca llegan.

La política y los políticos son los que deben llevar a cabo una transformación, deben alcanzar las metas mencionadas a la sociedad, insistir en la profesionalización de la actividad en el origen de ser un arte que también es ciencia, repensar y repasar las acciones realizadas para eliminar aquellos puntos negativos que abone el éxito por demás.

El destino parece ser el responsable de la realidad y de las imágenes, los otros actores, los de enfrente también son responsables de la incapacidad de poner a prueba toda la capacidad que se tenga para allanar el espacio y alcanzar los logros totalmente.

Transformar la política es una propuesta posible, si se hace el balance personal e institucional, erradicando la mentira y en su lugar la pasión por servir a los demás, es dura la idea pero representa un compromiso con la sociedad, hoy llamada pueblo.

Hacer lo propio y no dejar de hacer lo ajeno, respetar la opinión pública, sin apariencias ni engaños, trabajar en este ámbito requiere de una alta responsabilidad que a quienes les tocó ganar por lotería un asiento político deben entender que aquel regalo social implica ponerse seriamente a trabajar.

La evaluación de la realidad es una herramienta constante que debe realizarse, sin disponer el disfraz de la imagen de sabelotodo, de estar persiguiendo metas sin saber en dónde están. La política debe ser para los políticos, que se queden fuera los oportunistas evitando con ello el juicio constante al que son llevados.

La corrupción y la mentira son los grandes lastres de la política, despierta los rostros de la maldad y evita soñar a una sociedad cansada de esperar. Cumplir es parte de la felicidad y de la tierra prometida a través de los siglos.

Prometer el cielo y las estrellas no está mal, porque si existen, los medios para conseguirlo han fallado como todo aquello que se escucha durante la campaña electoral, las promesas no se olvidan en una realidad existente en la memoria de la población.

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