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El Salvador y la apuesta por el orden escolar

“Si en la oscuridad de la madrugada no se hizo lo correcto, ahora quedará al descubierto bajo el resplandor de las luces.” – Joe Frazier

Daniel Valles.- Se puede elaborar un plan de batalla o de actividades, pero cuando comienza la acción puede que la cosa no resulte como se había planeado y uno se quede únicamente con sus reflejos, es decir, con sólo su preparación. Es allí donde se pone en evidencia su disciplina. Ese era el pensamiento de Frazier, que llegó a ser campeón del mundo de los pesos pesados.

Joe Frazier salía al campanazo a enfrentar a un rival y él sabía que se había preparado a conciencia. Confiaba en su disciplina. En el entrenamiento previo que había adquirido para ese momento.


Cada uno de nosotros nos enfrentamos diariamente a un rival llamado vida, que involucra o incluye muchas variantes. La disciplina, esa que varias ideologías “liberalias” predominantes han combatido a lo largo de décadas, se ha pronunciado en contra de ella alegando que es coercitiva y que impide vivir como uno quiere, con una mal entendida libertad que ha provocado el resquebrajamiento de todo lo que ha sostenido la civilización en los últimos dos y medio siglos.


La nación de El Salvador ha dado un paso de costado y se ha salido de los moldes sin forma, producto de una cultura llamada “woke”, que empieza a ser rechazada por lo destructiva que ha sido. Y lo ha hecho de la mano de Nayib Bukele. Ahora no sólo con la seguridad pública, sino con algo todavía más sensible: la educación.

El 14 de agosto, Bukele nombró como ministra de Educación a la capitana del Ejército y médica Karla Trigueros. La instrucción fue directa: rescatar la disciplina en las escuelas públicas y blindarlas contra las pandillas.


Las medidas comenzaron casi de inmediato. Inspecciones diarias al uniforme, zapatos boleados, cortes de cabello “adecuados” y saludo obligatorio con un “buenos días”. Actos cívicos cada lunes, reglamentos de cortesía con “por favor” y “gracias” como normas, y sanciones a directores que no sean ejemplo de orden. Una suerte de disciplina militar trasladada a los pasillos escolares.


Las reacciones son previsibles: sindicatos y organismos de derechos humanos hablan de “militarización de la educación”. Bukele responde que no se trata de excluir a nadie, sino de cerrar la puerta a los desórdenes que las pandillas aprovecharon durante décadas.


El debate está servido. ¿Hasta dónde debe llegar la disciplina? Para unos es la base de la civilidad, para otros un riesgo de moldear ciudadanos obedientes sin criterio. Sin embargo, no se puede negar que la falta de disciplina nos ha llevado al colapso de instituciones, familias y hasta de naciones.


La historia está llena de ejemplos de pueblos que sucumbieron cuando dejaron de practicar la autodisciplina y se entregaron a la comodidad. Grecia, Roma, y en tiempos modernos, sociedades occidentales que hoy se debaten entre la decadencia moral y el culto a la “libertad” sin límites. Misma que se encuentra ya en los libros de texto que recibirán el mes entrante nuestros hijos y nietos en las escuelas primarias.


Bukele lo sabe: sin disciplina no hay nación que resista. Puede ser polémico, pero no deja de ser cierto que la civilización se sostiene sobre la base de orden y obediencia.


Los “liberalios” de cafetería pueden seguir gritando “opresión”. La realidad es que sin disciplina no hay progreso. Y como dijo Frazier, cuando llegue el campanazo, no importará el discurso ni la ideología, sólo lo que hiciste en la oscuridad de tu entrenamiento. Ahí. El Meollo del Asunto.

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