El Mosh, el Gato, Imaz, Claudia y Juan Ramón

JUAREZ HOY

hace 1 día

Dr. Fernando A. Herrera M.- Una huelga sin sentido. Izquierda emocional y soñadora, con líderes divididos y un pliego petitorio de seis puntos que nunca se pudo cumplir.

Una huelga que rompió tres o más semestres en diferentes carreras de toda la UNAM. Un rector obligado a renunciar, luego de la intervención policiaca, que lo puso en una puerta y a Juan Ramón De La Fuente entrando por otra a Rectoría.

Y con ellos, el mapa político de la izquierda. Zedillo lo envió a componer y lo hizo, pero consintiendo a todos con calificaciones, dinero y tiempo libre para gastarlo.

Aun así, al paso de los años, el Mosh no pasó de perico perro y terminó en un aula protegido por la CNTE. Hoy, en las protestas, gusta de ser el preso para conservar el apoyo de la cúpula sin trabajar mucho, ni muy seguido, pero con sueldo de profe y apoyo de la dirigencia en EdoMex.

El Gato es un gris y feliz profesor de economía dentro de la Universidad. No quiere ni aspira a más.

En cambio, Carlos Imaz está obligado a ser un discreto profesor de sociología, después de ser objeto del escándalo de unas largas vacaciones en Europa pagadas por el afamado argentino Carlos Ahumada y cuya denunciante ante “el Peje” fue su propia esposa, Claudia. Y por supuesto, le cayó el divorcio.

Antes había sido Delegado en Tlalpan y parte del equipo de AMLO, pero no se acuerda ya.

Los que sobreviven a la huelga de marras, son Juan Ramón De La Fuente y la presidente.

Si les preguntáramos a los cinco, creo que tres dirán que están más felices que los otros dos, aunque, a la vista y al análisis superfluo, pareciera lo contrario; veamos:

El Mosh tiene el apoyo de la CNTE del EdoMex, sin luces ni sombras, pero sin mayores exigencias de la vida, al más puro estilo de su admirado Carlos Marx, quien nunca trabajó.

Carlos Imaz y El Gato son dos protegidos de Rectoría, por órdenes de ya sabe dónde, y poco a poco han ido tomándole cariño al gis. Ganan bien y seguro reciben prima por su discreción. Uno de ellos obligada, eso sí, no tienen bota en el pescuezo.

Los otros dos, Juan Ramón De La Fuente y Claudia Sheinbaum, siguen en la escuelita y solo piensan en si mañana conservarán su lugar o serán relevados, aunque algo tienen muy claro: que cada día conlleva el costo de obedecer ciegamente.

Mostrar la cara

La presidente Claudia ha mostrado públicamente su cara. La cara autoritaria, la que solo se había asomado en la huelga de la UNAM a finales de los 90s, y una que otra vez, en una que otra mañanera del pueblo.

¡Y créame! Se transforma cuando el autoritarismo propio de la izquierda se asoma a través de sus ojos.

Lo terso de la política, que muy poco asoma en ellos, se pierde al lado de una investidura presidencial, otrora muy respetada; hoy abaratada desde que decidieron gobernar desde una pobre carpa de circo de pueblo, sin otro público que los remedos de “periodistas” que, con disciplina charra, esperan señal del juez para hacer la pregunta, previamente ensayada, cual suerte al ruedo, bajo la batuta del Jesús de pacotilla que tras bambalinas palomeará o castigará al aprendiz.

Esa cara reapareció con fuste en mano, en la pasada marcha del hartazgo. Ordenó el embate furioso sobre jóvenes imberbes, con reparto de culpas a dirigentes sociales expulsados o exiliados de partidos como el de ella. O culpa su villano favorito, ese del “toma chocolate paga lo que debes”, para contentar o al menos, intentar que no explote el de Macuspana, y que en el referéndum la vaya a expulsar de la academia.

El costo de aceptar ser presidente de oropel es muy alto, y lo peor es que no hay garantía. El mando sigue donde mismo; le han prestado muy poco y al usarlo, todo le ha salido mal.

Ahora la angustia de que la despidan la consume. Cada día luce más demacrada y más delgada. ¡Pobre Claudia!, parece que no valió la pena el plato de lentejas por lealtad a costa de TODO.

Hoy que muestra su cara, refleja derrota y, tal vez, sólo tal vez, arrepentimiento.