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El método de la razón política

Dr. Arturo Castro.- La razón es una palabra que llevada a los hechos permite tener escenarios más verídicos en torno a la aplicación de políticas públicas de mayor beneficio social; es la vacuna contra la mentira, contra el desprecio de solo hablar y no actuar responsablemente.

El discurso de los políticos es bello, le gusta a la sociedad, son palabras que endulzan el oído, por aquello de iluminar la calle o reparar el pavimento, la relación pública consiste en prometer el cielo y el infierno.

La redacción de las propuestas políticas y de gobierno no siempre se necesita, en la hora de estar frente al micrófono las ocurrencias producen una pertenencia popular que no logra ningún asesor por intelectual que sea. Es un asunto de conducta para conducir a un pueblo cansado de escuchar, pero que desea estar pendiente de lo que sigue.

La razón es un producto de la verdad, es la legalidad en todos sus sentidos que busca la paz y la justicia, el mayor beneficio y la ganancia a los unos y los otros. Es la transparencia hablada de aquel pensamiento llevado a la acción.

Cuando la razón no existe o se distorsiona por ambiciones personales trasgrede aquellos principios que llevan a la falsedad y a una postura cómoda que el pueblo asiente porque no conoce como tal si fuera verdad.

Entonces se convierte en locura, los personajes públicos se ven cual dioses del Olimpo, esperan toda clase de canonjías, hasta que les cae el veinte de que son mortales y para no ser cómplices de aquel engaño, renuncian sin perjudicar al sistema cuya solidez está a prueba de quebrantos, léanse las últimas renuncias del gobierno federal.

La razón no tiene propiamente un método, solamente es el uso del sentido común, del poder de pensamiento intelectual que no requiere de grados académicos sino de una conducción a la verdad para no fallar en los principios de cumplir con el encargo y de honestidad en cualquier toma de decisiones.

En consecuencia, la responsabilidad es de quien asumió el encargo popular, por aquello de hablar de la cosa pública que tiene un origen político, la democracia no es ninguna aventura, es un proceso que permite a la sociedad razonar su voto para decidir quién lo habrá de gobernar.

El voto no siempre es el correcto, el elector se deja llevar por actitudes viscerales en base al conocimiento del ambiente político que recibe a través de los medios de comunicación, la media es la base para tomar decisiones en la urna electoral.

La sociedad poco conoce de política, los políticos tienen más sabiduría acerca de cómo manejar las propuestas para dominar cualquier entorno a través de discursos prometedores que contemplan razones para actuar y pocas veces llegan a complementarse.

La política es una vida sometida a la esclavitud de pertenecer a un sistema en el que no se es nadie, ni el político ni el elector representan un activo valioso a un sistema dominado por el poder económico. El gobierno debe gobernar, no lo hace como tal, pero si la función de circo es diaria, la sociedad recibe el mensaje sin hacer caso al contenido.

La razón debe combatir el arte de la seducción para provocar una sociedad más informada, sin simpatías apasionadas que al final de cuentas se convierten en antipatías, pervirtiendo la opinión de propios y extraños.

Descartes estudió la razón, la veía como un método contra el escepticismo, rechazaba el error y buscaba la verdad con estrictos argumentos producto de investigar y tener así una mayor certeza.

Aseguraba que el conocimiento verdadero proviene de la forma como se consigue, en base a métodos que arrojen los mismos resultados, la estructura del pensamiento y las normas dependen del esfuerzo realizado.

Esperemos se termine el espacio ampliado de la mentira política que se vive y se llegue a un ámbito de desarrollo cotidiano sin necesidad de consultas públicas que buscan el engaño social.

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