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El mejor presidente de todos los tiempos

Dr. Arturo Castro.- El presidencialismo en México ha sido muy variable, dados los perfiles y las condiciones de gobernabilidad en determinado tiempo, vamos de Vicente Guerrero a López Obrador, el primero iluminado por la Virgen de Guadalupe y el segundo por el narcisismo.

México y sus presidentes han hecho historia todo el tiempo por aquello del último lema de campaña que utilizó el partido en el poder, va de 1824 al presente.

Historia que viene de guerras verdaderas por la defensa de la nación a las palabras mañaneras que fundamentan el dicho de “primero los pobres”, en lugar de que se busque que se salga de ello.

Han existido grandes hombres que han despachado en Palacio Nacional: Benito Juárez, Porfirio Díaz, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y Carlos Salinas serían los de primera fila, los que dejaron ese legado que se estudia en las escuelas.

Definir el lugar que corresponde a los expresidentes es cosa de cada quien, de la ideología y del pensamiento existente, será cosa aparte de su obra y acción gubernamental.

Hoy el presidente utiliza el poder de manera imperativa, pero magistral, tal y como lo utilizaron sus antecesores, quienes lejos del uso de la palabra, utilizaron el poder por el poder mismo.

Todos han hecho valer sus propias decisiones, de una forma u otra, de cualquier partido político, de cualquier región del país, han dejado a su sucesor cuando no ha cambiado el poder de partido político, en este caso ha sido natural.

Del PRI al PAN al PRI y a MORENA. Son los partidos que han ejercido el poder en el país, todos sin variación alguna, teniendo decisiones cupulares que han desarrollado el país a su propia forma, algunos destacando la economía, la militarización, la obra pública o el desarrollo social.

Definir cuando se tiene un buen gobierno es un tanto cuanto difícil por la diversidad de intereses y de opiniones, aunado a las condiciones de la hoy llamada globalización que influye de fuerte manera la toma de decisiones en nuestra gobernanza.

Hablar de Benito Juárez y sus leyes de reforma es observar una real transformación del país, separando la Iglesia del Estado en el manejo de los asuntos públicos.

Hablar de Porfirio Díaz y el desarrollo del país, vía inversión extranjera, conectividad ferrocarrilera, construcción de lugares históricos como el Palacio de Bellas Artes, es hablar de una gran gestión a pesar del tiempo en el poder.

Plutarco Elías Calles terminó con la violencia revolucionaria fundando un PRI que trajo tranquilidad a la sociedad, sin contar la lucha de los cristeros opacada en el conocimiento social.

Lázaro Cárdenas del Río fue un presidente cuyo máximo logro es la expropiación petrolera, otorgándole al país una suficiencia económica que propició a la vez el crecimiento nacional. Igual creó la escuela rural mexicana que verdaderamente transformó a esta nación.

Transformar significa cambiar en los hechos, como se muestra en los anteriores casos, muchos otros personajes han sido presidentes dejando un legado que no alcanza el diploma popular que la historia otorga en base a los resultados presentados.

Carlos Salinas de Gortari recibió un México diferente al que entregó, lo transformó totalmente en el terreno económico, firmando un tratado internacional de comercio con Estados Unidos y Canadá.

Una real transformación con palabras y con hechos, porque llegó el empleo, la inversión extranjera, el reconocimiento de México como un país protagonista en el entorno mundial.

El control político existe, es parte del sistema que se tiene, los empresarios hacen su tarea al igual que la sociedad llamada pueblo en el momento electoral.

Hoy, el presidente sólo habla y su habla es de dominación en el hacer y en el quehacer, aspira a una transformación fantasma que en sus acciones nunca llegará. Transformar requiere de un cambio en la vida en el país, que no llega, ni llegará con tales políticas públicas de planeación sin realización.

Andrés Manuel López Obrador insiste en una cuarta transformación que realmente es un discurso que en la realidad el pueblo bueno y sabio cree por demás. Sí hay obra que va de un tren a un aeropuerto pasando por una refinería en construcción, de una militarización de oficinas públicas a una sonrisa mañanera.

El mejor presidente de todos los tiempos tiene varios nombres, sólo uno no lo es, nunca lo será porque del dicho al hecho hay mucho trecho.

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