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Doble rasero en Gobernación

Daniel Valles.- Este domingo, la Secretaría de Gobernación amaneció con brújula moral… pero chueca.

Con un doble rasero, condenó la marcha de la llamada Generación Z en el Zócalo capitalino. Rechazó, con toda razón, los actos violentos: cohetones, artefactos explosivos caseros, herramientas, objetos lanzados contra policías y transeúntes, y el intento de tirar las vallas que protegían Palacio Nacional. Eso es grave y no se justifica. En eso, estamos de acuerdo.

El problema no es lo que condenan. El problema es cómo lo condenan… y a quiénes no condenaron antes.

Porque en este comunicado de Gobernación no hay una sola línea que haga lo que antes sí hacían con otras marchas: distinguir entre quienes se manifestaron pacíficamente y quienes reventaron la protesta. No hay mención de grupos específicos, no hay “bloques”, no hay “infiltrados”. Todo se le carga, en paquete completo, a la marcha de la Generación Z.

En cambio, recordemos otras escenas. En las marchas feministas de años recientes y también en la narrativa del 8 de marzo de 2025, el discurso oficial fue muy cuidadoso:

– Las vallas, se nos dijo, eran para “proteger a las manifestantes” y “evitar infiltrados”.

– En otras ocasiones, las agresiones se atribuyeron a hombres infiltrados que lideraban los ataques contra mujeres policías.

Ahí sí, el gobierno se desvivía por separar: “No son ellas, son infiltrados”.

Con la Generación Z, curiosamente, el guion cambió. Ya no hay buenos y malos. Ya no hay infiltrados. Ya no hay matices. Hay un solo sujeto colectivo: “la marcha violenta”.

Y para rematar, la presidenta descalificó el movimiento días antes, diciendo que “ni a chavorrucos llegan” y sugiriendo que todo está manipulado por la oposición, por Fox, por empresarios y hasta por organizaciones extranjeras. Es decir, la condena venía cocinándose desde antes.

Aquí lo que se asoma no es sólo la preocupación por la violencia —que debe existir, y es legítima— sino la fobia selectiva a cierto tipo de protesta.

Si marchan mujeres contra la violencia feminicida, el gobierno se asume casi como aliado moral y culpa a unos misteriosos infiltrados por los destrozos.

Si marchan jóvenes —o ciudadanos que se identifican con un movimiento juvenil— cuestionando al régimen, entonces todos se convierten en sospechosos, violentos, manipulados.

Y ésa es la esencia del doble rasero: Misma escena: vallas derribadas, daños, tensión, policías heridos.  Distinto relato: En un caso se matiza. En el otro, se sataniza.

Lo grave de esto no es sólo la hipocresía. Lo grave es que el gobierno está construyendo una tabla de salvación moral:  Si la marcha es funcional a su narrativa, se matiza. Si es crítica, se criminaliza.

Al ciudadano le mandan un mensaje: “De algunas causas puedes protestar; de otras, mejor no”.

Yo no defiendo a quien lanza explosivos caseros o agrede policías. Eso es violencia. Lo que sí señalo es esto: Si el gobierno cree en los infiltrados, que crea en ellos siempre. Y si no cree, que no se los invente según le convenga.

Cuando la vara cambia de tamaño según quién marche, no cuidan el orden. Cuidan el relato. Ese es el doble rasero. Y es también, El Meollo del Asunto.

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